lunes, 31 de agosto de 2015

Capítulo XX; Nada es gratis


 Entró en la casa y, tras recibir las novedades se dirigió a la habitación de Madelaine.  Llamó a la puerta y abrió sin esperar respuesta. Dentro estaba Madelaine vestida con un traje de chaqueta que parecía echo a su medida, sentada en la cama y leyendo con bastante desdén un libro, una novela. Con ella estaban dos de las mujeres de confianza de Giovanni, dos perros de presa que jamás dejarían que aquella mujer saliera de la habitación viva sin permiso. 


  Madelaine tenía mucho mejor aspecto que la última vez que había estado allí. Giovanni sonrió a sus compañeras y estas supieron que ya estaban de más en la habitación. Madelaine ni tan siquiera se inmutó por lo que pasaba a su alrededor, permanecía concentrada en la lectura, o aparentemente concentrada.
Giovanni la observó durante unos segundos antes de acercarse y sentarse sobre la misma cama, en diagonal a ella.
  -Tienes buen aspecto a pesar del tiempo que llevas aquí encerrada-.
  -No es el encierro lo que me ha dañado, te lo garantizo-, contestó Madelaine sin levantar la vista del libro, pero con clara distracción sobre lo que leía.
  -Estoy seguro, respondió el italiano mirando el dibujo de la colcha, distraído-. Tenía claro que le debería dar una disculpa a su cautiva para seguir con su propósito, pero también tenía claro que le molestaría bastante darla.
  -Como seguro que imaginas, ya no está aquí-. Esperaba que con esa respuesta quedase zanjado el tema, pero la réplica de Madelaine no se hizo esperar.
  -No, pero si su obra, te aseguro que yo la recuerdo y no creo que la pueda olvidar mientras viva-, contestó Madelaine esbozando una sonrisa cínica de medio lado.
  -Nunca debió excederse de aquella manera, no era lo mandado, yo no lo ordené, te lo aseguro-, replicó Giovanni sin levantar la vista de la colcha.
  -Si, pero ha sucedido. Tú crees que gobiernas a este grupo, pero tienes gente por encima que da prioridad a otras cosas, al poder, a la gloria, pero solo a la suya, no a la de Dios, no a la de la historia. En el fondo solo quieren lo que estás buscando para ser ellos los propietarios de la gloria, de la que te proporciona algo como esto-.
  -No tengo que darte explicaciones de nuestra organización, pero no creo que ninguno de ellos busque acabar contigo, solo quieren sacar a la luz algo que hace muchos siglos debería ser de dominio público-, replicó Giovanni visiblemente molesto por los comentarios de Madelaine.
  -Eres un iluso Giovanni-, replicó Madelaine mirándole a los ojos. El italiano se dio cuenta que era la primera vez que aquella mujer le miraba directamente. Sintió una sonrisa irónica en la cara de la mujer, como demostrando que los años y el sufrimiento padecido podían darle una sabiduría que él nunca tendría, una perspectiva de la que él carecía. -Estos son capaces de vender su alma por un poco más de poder, económico, político o espiritual. No quieren esto por darlo a conocer, nunca han querido dar a conocer nada, lo sabes igual de bien que yo. Siempre han querido mantenerse ocultos-.
Giovanni asintió con la certeza de que Madelaine estaba llevando el ritmo de la negociación, pero eso no le preocupaba si le acercaba a su cometido. -Bueno, quizá ahora tengamos personas que quieren cambiar las cosas-.
   -Como tú, ¿por ejemplo?- La sonrisa de Madelaine delataba la ironía de la pregunta. -Tú solamente eres una torre, eres importante en el esquema, pero si están en peligro alguna de las figuras, prescindirán de ti sin muchos miramientos. No eres nadie. Yo también he tenido gente como tú bajo mi mando, gente como tú que se creían importantes, algunos han sido mis amantes incluso, pero cuando ha estado en peligro el fin de nuestra cruzada, nunca me ha temblado el pulso en mandarlos quitar de en medio. A tus jefes tampoco les temblará-. El discurso de Madelaine iba ganando en aplomo y fuerza. Veía al italiano como un hombre fuerte, pero al que le remordía la conciencia por lo sucedido. Estaba convencida que si le seguía presionando podría sacar algún provecho de la situación en la que se encontraban.
  Giovanni se levantó con gesto indignado, abrochó el primer botón de su chaqueta mientras vagabundeaba por la habitación con paso lento, recuperando el control de la situación. Miro a unos 3 ó 4 metros a Madelaine viendo en la cara de esta la seguridad de que estaba ganándole la partida. Este era el momento de asentar el golpe definitivo.
  -Hablemos claro Madelaine. El cabrón de tu hijo le ha estado pasando información al bastardo de Ricardo Carpintero, creo que es su padre, o eso piensan ellos dos. El niño, no solo es un bocazas y como bien conoces tiene tedencias "especiales", sino que además a vendido a su propia madre a un especulador hijo de cien padres que nunca le ha reconocido, pero que utiliza el nombre de tu familia para medrar en sus turbios negocios desde hace, al menos tres décadas-.
  El semblante de Madelaine había cambiado. Ella siempre había sabido de las tendencias sexuales de su hijo, pero intuía que el italiano era muy capaz de sacarlo a la luz y hacer sangre con ello. Se sintió desprotegida, la sensación era aún más dañina que las torturas y violaciones a las que la habían sometido.
  Giovanni veía el miedo en la mirada de Madelaine, ahora menos altanera, más sumisa. Este era su momento de gloria, tenía que explotar el éxito, como los generales de la Alemania Nazi. -Por otro lado, Jacques ha cantado hasta La Traviata en cuanto le hemos acercado algo para hacerle daño. Parece que ver violada a su madre le hacía sufrir menos que le metan algo por el culo, como si pensara que nos vamos a creer ahora que lo tiene virgen-.
 Madelaine ya estaba totalmente desencajada. Ella esperaba una conversación en la que poder convencer al italiano, pero se estaba dando cuenta que le había menos preciado, era una bestia sin entrañas capaz de destrozar a todos con el fin de lograr sus objetivos.
  Giovanni intuía la victoria, estaba alterado y era el momento de jugar sus cartas, las que tenía y las que creía tener. -Pero como tu eres una mujer muy lista, no has dejado a tu niño que conozca detalles importantes de la operación. Si te soy sincero, yo tampoco me hubiera fiado de él mucho más, pero no es mi hijo, claro-.
  -El acuerdo que te propongo es el siguiente. A cambio de no hacer público daño con las fotos de tu hijo con chavales jovenes, ni de sus juergas con negros que ya te hubiera gustado pillar a ti en tus tiempos mozos, así como de no sacar a la luz los trapicheos que se trae el niño de los huevos con su padre y sus “amiguitos” de Marbella, ya sabes a que me refiero, coca, armas, blancas y blancos, etc. Así como las fotos de la juerga que se ha corrido con uno de nuestros secuaces, atado de pies y manos y disfrutando del sexo como una bestia en celo-, Giovanni pausó su discurso esperando las reacciones de una mujer que parecía estar al borde del colapso, -tu nos pones al día del punto en el que se encuentra la operación, quien la está dirigiendo, como, donde y por qué. Quitas de en medio a Ricardo, o lo quitamos nosotros, que creo que de eso disfrutaría hasta yo, y colaboras en la búsqueda con nuestros especialistas. Además creo que os conocéis de cuando tu hijo estudiaba, fueron compañeros, en alguna asignatura-.
   -Por otro lado, yo me comprometo personalmente a que lo que encontremos vea la luz por medio de colaboradores que lo puedan atestiguar, sin trampa ni cartón-.
   -Esta propuesta no es negociable, si dices que sí, dejaremos todo puesto en tres sitios para que si por desgracia nos pasa algo a alguno del equipo, aunque sea el chofer, salga a luz todo, incluidas fotos y documentos como para cubriros de mierda hasta las cejas. Si dices que no, le dejaremos a tu hijito al bastardo del croata, o a alguien peor, mientras ahora mirarás tú. Cuando se canse de dar por el culo a tu niño, que empiece contigo otra vez, así hasta que os mate. Ya sabes lo mal vista que está en los entornos de la iglesia la homosexualidad. Yo no tengo nada en contra, pero vuestro estatus social y religioso, creo que se vería dañado. Una cosa es ser gay y otra que vean fotos tuyas-.
  -Tú eliges-. Aquello había sonado como una sentencia-.
  El silencio se hacía sobrecogedor por momentos. Se podía oír el crujir de las maderas del resto de la casa. Madelaine estaba derrumbada sobre la cama. Giovanni conocía bien que había dañado las férreas defensas de su contrincante, no se sentía cómodo con ello, pero era un mal necesario.
  Madelaine, casi en hilo de voz respondió después de un minuto eterno, -¿Puedo hablar con mi hijo?-
El italiano se acercó a la puerta, la abrió con calma y dijo en voz baja, casi inaudible para Madelaine, -traer a Jacques-.
Pocos segundos después trajeron a Jacques, arreglado, limpio, pero con una cara de pánico perceptible por el más ignorante de los observadores. La habían dicho que su madre le llamaba por lo que le habían contado de él.
Una vez encarados madre e hijo, Giovanni les dijo en voz alta y clara, -tenéis dos minutos antes de contestarme, os dejo hablar, pero tenerlo claro, no hay más salidas. Yo prefiero la buena, vosotros diréis-.
Cerró la puerta tras de si y encendió un cigarrillo. Había dejado de fumar hacía tres años, pero la situación le podía. En ese momento se acordó de Rocío, tenía que llamarla, pero eso requería tiempo, y ahora solo tenía dos minutos.



























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