La
mañana de Febrero era especialmente fría en Navarra, especialmente
para una andaluza como ella. Puente la Reina era una población bella, pero con menos frío. Rocío sentía que el helor le cogía
por la espalda como apuñalándola. Había llegado la noche anterior
y se había alojado en un hotel cerca de Pamplona. La acompañaban dos
de las chicas del equipo de Giovanni. Era evidente que no quería que
le pudiera pasar nada, al menos necesitaba sentir que la protegía,
aunque fuera a distancia. Al llegar a los alrededores de la iglesia,
estaba repasando un poco la documentación que le habían aportado
para saber que fotografiar y que analizar. La persona que les estaba
facilitando la información evidentemente tenía que ser un erudito
en el tema, al menos por lo que ella conocía sobre el tema, que no
era poco.
-Buscaremos
un sitio donde tomar un café, ¿no?- Preguntó la andaluza mientras
se apretaba dentro de su abrigo, al que subía el cuello para sentir
algo de calor. -Que frío hace en esta tierra-, masculló mientras
apretaba el paso en busca de un lugar donde tomar un café.
A
los pocos metros bajando por el lateral de la iglesia encontraron un
bar abierto. Al entrar descubrieron las tres que las pocas miradas
que había en el lugar se centraban en ellas. Por otro lado no
era extraño, eran tres mujeres jóvenes y atractivas en medio de
doce o trece lugareños no muy limpios y con apariencia de haberse
tomado a esas horas ya algunas copas de diferentes licores para quitarse
el frío. Rocío no podía evitar recordar a su padre cada vez que se
encontraba con este cuadro, y no lo recordaba precisamente con
añoranza, más bien con rabia. Nunca pudo comprender que extraño
atractivo tenía el alcohol para los hombres, que les podía hacer
para convertirlos en peleles sin control. Una de la cosas que le
gustaba de Giovanni era que apenas bebía, solo alguna cerveza en
pleno verano y algún vino bueno el cenas puntuales.
Margot,
una de sus acompañantes, se acercó a la barra tras quitarse el
abrigo dejando suelta una melena negra bastante sugerente que le
caía por la espalda hasta más de la mitad y, sonriendo, clavó sus
ojos verdes claros en el camarero que dejó de inmediato de atender al
labriego con el que departía para acercarse a la nueva clienta,
bastante más atractiva, sin lugar a dudas.
-Que
os pongo, guapa-, dijo el camarero con una leve sonrisa de zorro que
ve a la gallina accesible.
-Tres
cafés con leche, uno de ellos con la leche templada y... Margot
jugueteó con su pelo mientras buscaba sobre la barra algo que comer,
un paquete de Donuts. ¿Nos lo llevarás a la mesa?- Preguntó al
camarero sonriendo con la seguridad que este diría que sí. Volvió a
la mesa donde la esperaban Rocío y Carmen. La segunda, compañera
suya desde hacía años, las dos salieron de la Policía Autónoma
Vasca hacía ya cuatro años, hartas de amenazas y de tener que
morderse la lengua. Ninguna de las dos era vasca, no comprendían
muchas cosas que sucedían allí, pero eran tremendamente seguras,
por eso las había reclutado Giovanni. Les encomendó esta misión
porque conocían el terreno, a sus gentes y los problemas que podían
surgirles.
Rocío
esperaba a que Carmen le diera el OK para sacar los papeles y
estudiar las órdenes encomendadas. Giovanni le había dicho que ella
era la única responsable del estudio, pero a Rocío le caían bien
sus dos compañeras y prefería tener seis ojos en vez de dos
buscando pistas. Cuando Margot llegó a la mesa, Carmen le dijo casi
al oído, -cuando traigan los cafés, podemos empezar, pero procura no
sacar papeles ni dibujar nada, en estos pueblos siempre sospechan de
los de fuera, y si te ven haciendo dibujos o nos ven hablando sobre
documentos no tardaremos ni una hora en tener pegados al culo a un
par de civiles, más aún teniendo en cuenta que estos lugareños no han
visto a tres mujeres guapas como nosotras más que en la tele-,
terminó sonriendo.
-¡No
seas exagerada!!- Contestó Rocío con una leve sonrisa, en el fondo
ella pensaba algo similar.
-¿Exagerada?
Las lugareñas tienen más bigote que un teniente de la Guardia Civil, y son bastante
más feas. Te lo digo yo que he estado trabajando aquí un
tiempecito-.
-¿Y
eso?-, preguntó inocente Rocío.
-No
te puedo contestar, ¿ya lo sabes verdad?-
-Sí,
lo sé, pero no deja de fastidiarme, soy mujer y sevillana, cotilla
por definición-, contestó riendo Rocío y provocando una carcajada
en las otras dos que hizo volverse a todos los clientes del bar.
Una
vez el camarero se separó de la mesa, Rocío, tras tomar un sorbito
de su café, comenzó con serenidad a explicarles su misión. -Tenemos
que buscar en toda la simbología de la iglesia, en todos los arcos,
todos los rosetones, todas las cristaleras, todas las columnas, cada
tumba que pueda tener el suelo, cada símbolo, por pequeño que os
parezca. De entre todos estamos buscando, imágenes de la Virgen
María, de María Magdalena, de San Juan o de San Juan Bautista.
Imágenes de cabezas cortadas con o sin barba, símbolos de
arquitectura o que os puedan recordar a las logias masónicas,
Imágenes de dedos sueltos o de alguna imagen con el dedo apuntando
hacía delante y, por supuesto, todos los textos en Latín que nos
encontremos. ¿Alguna duda?-
La
cara de las dos ex-policías era todo un poema.- ¿Estarás de coña
no?- Contestó Carmen con la certeza de que su compañera pensaba lo
mismo.
-¿Tú
crees que nos hemos enterado de la mitad de lo que tenemos que
buscar?-
Rocío
sonrió a sus compañeras, -no os preocupéis, vemos los primeros
tramos de iglesia y os enseño que queremos, no es tan difícil, ya
lo veréis-.
Sus
compañeras parecían bastante escépticas, pero no era la primera
vez que tenían que hacer algo así, y no sería la última.
-Solo
un comentario, es importante que las fotos que hagamos tengan orden,
tenemos que ser capaces de hacer un montaje después con las imágenes
sacadas, sin errores. Carmen, tu te ocuparas del perímetro de la
iglesia. No dejes pasar cualquier muesca, cualquier señal por
ridícula que te parezca. Es muy importante que cada vez que saques
un primer plano de algo, saques otra foto del entorno, de manera que
podamos ubicar la imagen-.
Rocío
tomó un nuevo sorbo de su café y se quedó mirando la cara de
Margot. Esta estaba de frente hacia la sala del bar, junto con
Carmen. Rocío comprobó que la mirada de ambas se dirigía hacia el
mismo sitio. -¿Ocurre algo?- Pregunto¡ó con no poca inquietud. -Nada, no
te preocupes, contestó Carmen, un tipo que acaba de entrar y que no
encaja en la foto, pero no te vuelvas-.
Margot
seguía observándolo sin apenas pestañear. -Es evidente que no es
español, comentó en voz baja al oído de Carmen-.
-Y
aún es más evidente que con esas manos arregladas no ha trabajado en
el campo en su puñetera vida-, contestó Carmen volviéndose
levemente hacia su compañera. -Vamos a ponerle un cebo, a ver que
pasa. Yo me voy por el perímetro de la iglesia a hacer fotos, que es
lo previsto. Vosotras entráis en la iglesia, contáis hasta 30 y
salís por la puerta en el mismo sentido que yo me he ido. Margot,
intenta ver si tiene amiguetes en las proximidades, no creo que venga
solo. En el caso que podamos aislarlo, intentaremos reducirle y sacar
alguna información. Rocío, tu mantente cerca, pero a salvo, a no
más de 20 metros y siempre a la vista de una de las dos-.
Preguntó a las dos para ver en sus caras la respuesta, -pues hala nenas, al
salón, que tenemos soldados-.
Las
tres se levantaron como activadas por un resorte común que provocó
la reacción de todo el bar, como si el cuello de todos aquellos
hombres estuvieran programados para girar el cuello al paso de
hembras tan llamativas. Al pasar cerca del individuo que había
provocado la sospecha, Rocío inspiró con fuerza, como si quisiera
extraer del olor de aquel hombre la máxima información posible,
pero su intento fue estéril, solo olía a limpio, sin perfumes, sin
nada que descubrir detrás de ello.
Salieron
con la tranquilidad de quién domina la situación. Al llegar a la
puerta de la iglesia, se organizaron y comenzaron el protocolo que
habían pactado. El nerviosismo se podía leer en la cara de Rocío,
ella no era una mujer de acción. Sentía un nudo en la boca del
estómago que casi le provocaba el vómito. Margot parecía tener
ojos en el cuello, sabía si alguien les seguía y a que distancia.
La sevillana buscaba en la mirada de su protectora reacciones, estado
de ánimo. Margot, tras entrar en la iglesia, desplazó con el
antebrazo a su protegida, con suavidad y firmeza, desplazándola
hacia la pared y colocándose ella para poder ver a través de la
puerta que no dejó terminar de cerrarse. Sacó un arma del bolsillo
y amartilló el percutor de la pistola. Desde que empezó en la
policía vasca, había cogido la manía de llevar el arma con una
bala en la recámara, por no perder el tiempo en montarla. En alguna
ocasión se había ganado una buena bronca de sus superiores, por el
riesgo que entrañaba, pero ella se sentía más segura.
-Nos
vamos-, dijo casi susurrando, -mantén la distancia-, le dijo mirando a
Rocío mientras abría la puerta, relajando la mano derecha en la que
llevaba el arma, como dejándola caer sin mucha atención. Tras salir
ella, Rocío no esperó a que se cerrara la puerta, salió tras ella,
con el corazón como un tambor legionario en pleno desfile. Podía
sentir el latido en sus sienes, en sus manos.
Empezaron
a recorrer el perímetro de la iglesia, sin ver a Carmen todavía.
Pero Margot parecía tener claro a quién tenía que seguir. Se
dirigió hacia una furgoneta azul con matrícula francesa que estaba
aparcada a unos pocos metros de ellas. Cuando estaba a menos de un
metro de la trasera de la furgoneta, hizo un gesto con la mano
izquierda, sin ni tan siquiera volverse hacia Rocío, que esta
entendió fácilmente, no te acerques más.
Margot
llegó casi por sorpresa a la ventanilla del conductor y encañonó al
conductor, -ni pestañees hijo puta-. La cara de sorpresa del ocupante
del coche, le pareció ridícula, -¿dónde están tus compañeros?-
El
conductor parecía no entender su idioma, lo cual le indicaba que no
estaba equivocada, sin bajar el arma sacó unas esposas del bolsillo
y esposó la mano izquierda del conductor al volante. Metió el
cuerpo por la ventanilla y quitó las llaves del coche. Después
cerró las esposas enganchando la mano derecha.
Miró
hacia el otro lado de la furgoneta buscando rastro de Carmen sin
éxito y después vio a Rocío a unos metros de ella, con cara de
pánico. Le hizo un gesto con la cabeza determinando hacia donde se
pensaba dirigir, con el fin que la sevillana supiera que tenía que
hacer. Rocío asintió, no sabía que estaban haciendo pero sentía
cada vez más el peligro que se cernía sobre ellas. Tras avanzar
unos pasos más, vieron a Carmen, que tenía en el suelo y esposado
al torpe que había levantado la liebre en el bar. Se había sacado
del cuello una placa de policía, falsa evidentemente, pero que les
servía tanto a ella como a Margot para evitar miradas indiscretas,
más aún en el territorio en el que se encontraban.
Tras
Margot llegaba una angustiada Rocío, casi corriendo.
-Recógelo
y nos los llevamos en su furgoneta, a ver que podemos hacer con
ellos, ordenó Carmen con tono de voz casi militar. Tenemos un piso
en Tudela, con acceso desde el garaje, para no llamar la atención.
Rocío, llama a Giovanni e infórmarle de lo sucedido, es evidente que
esta gente tiene información de nuestros movimientos. Dile que
abortamos por ahora y que nos mande un equipo de trabajo a Tudela-.
-¿Un
equipo de trabajo?- Repreguntó Rocío.
-Sí,
el sabe a que me refiero, no te preocupes-.