jueves, 3 de septiembre de 2015

Capítulo XXI: El enlace navarro.


La mañana de Febrero era especialmente fría en Navarra, especialmente para una andaluza como ella.  Puente la Reina era una población bella, pero con menos frío. Rocío sentía que el helor le cogía por la espalda como apuñalándola. Había llegado la noche anterior y se había alojado en un hotel cerca de Pamplona. La acompañaban dos de las chicas del equipo de Giovanni. Era evidente que no quería que le pudiera pasar nada, al menos necesitaba sentir que la protegía, aunque fuera a distancia. Al llegar a los alrededores de la iglesia, estaba repasando un poco la documentación que le habían aportado para saber que fotografiar y que analizar. La persona que les estaba facilitando la información evidentemente tenía que ser un erudito en el tema, al menos por lo que ella conocía sobre el tema, que no era poco.
-Buscaremos un sitio donde tomar un café, ¿no?- Preguntó la andaluza mientras se apretaba dentro de su abrigo, al que subía el cuello para sentir algo de calor. -Que frío hace en esta tierra-, masculló mientras apretaba el paso en busca de un lugar donde tomar un café.
A los pocos metros bajando por el lateral de la iglesia encontraron un bar abierto. Al entrar descubrieron las tres que las pocas miradas que había en el lugar se centraban en ellas. Por otro lado no era extraño, eran tres mujeres jóvenes y atractivas en medio de doce o trece lugareños no muy limpios y con apariencia de haberse tomado a esas horas ya algunas copas de diferentes licores para quitarse el frío. Rocío no podía evitar recordar a su padre cada vez que se encontraba con este cuadro, y no lo recordaba precisamente con añoranza, más bien con rabia. Nunca pudo comprender que extraño atractivo tenía el alcohol para los hombres, que les podía hacer para convertirlos en peleles sin control. Una de la cosas que le gustaba de Giovanni era que apenas bebía, solo alguna cerveza en pleno verano y algún vino bueno el cenas puntuales.
  Margot, una de sus acompañantes, se acercó a la barra tras quitarse el abrigo dejando suelta una melena negra bastante sugerente que le caía por la espalda hasta más de la mitad y, sonriendo, clavó sus ojos verdes claros en el camarero que dejó de inmediato de atender al labriego con el que departía para acercarse a la nueva clienta, bastante más atractiva, sin lugar a dudas.
-Que os pongo, guapa-, dijo el camarero con una leve sonrisa de zorro que ve a la gallina accesible.
-Tres cafés con leche, uno de ellos con la leche templada y... Margot jugueteó con su pelo mientras buscaba sobre la barra algo que comer, un paquete de Donuts. ¿Nos lo llevarás a la mesa?- Preguntó al camarero sonriendo con la seguridad que este diría que sí. Volvió a la mesa donde la esperaban Rocío y Carmen. La segunda, compañera suya desde hacía años, las dos salieron de la Policía Autónoma Vasca hacía ya cuatro años, hartas de amenazas y de tener que morderse la lengua. Ninguna de las dos era vasca, no comprendían muchas cosas que sucedían allí, pero eran tremendamente seguras, por eso las había reclutado Giovanni. Les encomendó esta misión porque conocían el terreno, a sus gentes y los problemas que podían surgirles.
  Rocío esperaba a que Carmen le diera el OK para sacar los papeles y estudiar las órdenes encomendadas. Giovanni le había dicho que ella era la única responsable del estudio, pero a Rocío le caían bien sus dos compañeras y prefería tener seis ojos en vez de dos buscando pistas. Cuando Margot llegó a la mesa, Carmen le dijo casi al oído, -cuando traigan los cafés, podemos empezar, pero procura no sacar papeles ni dibujar nada, en estos pueblos siempre sospechan de los de fuera, y si te ven haciendo dibujos o nos ven hablando sobre documentos no tardaremos ni una hora en tener pegados al culo a un par de civiles, más aún teniendo en cuenta que estos lugareños no han visto a tres mujeres guapas como nosotras más que en la tele-, terminó sonriendo.
-¡No seas exagerada!!- Contestó Rocío con una leve sonrisa, en el fondo ella pensaba algo similar.
-¿Exagerada? Las lugareñas tienen más bigote que un teniente de la Guardia Civil, y son bastante más feas. Te lo digo yo que he estado trabajando aquí un tiempecito-.
-¿Y eso?-, preguntó inocente Rocío.
-No te puedo contestar, ¿ya lo sabes verdad?-
-Sí, lo sé, pero no deja de fastidiarme, soy mujer y sevillana, cotilla por definición-, contestó riendo Rocío y provocando una carcajada en las otras dos que hizo volverse a todos los clientes del bar.
Una vez el camarero se separó de la mesa, Rocío, tras tomar un sorbito de su café, comenzó con serenidad a explicarles su misión. -Tenemos que buscar en toda la simbología de la iglesia, en todos los arcos, todos los rosetones, todas las cristaleras, todas las columnas, cada tumba que pueda tener el suelo, cada símbolo, por pequeño que os parezca. De entre todos estamos buscando, imágenes de la Virgen María, de María Magdalena, de San Juan o de San Juan Bautista. Imágenes de cabezas cortadas con o sin barba, símbolos de arquitectura o que os puedan recordar a las logias masónicas, Imágenes de dedos sueltos o de alguna imagen con el dedo apuntando hacía delante y, por supuesto, todos los textos en Latín que nos encontremos. ¿Alguna duda?-
La cara de las dos ex-policías era todo un poema.- ¿Estarás de coña no?- Contestó Carmen con la certeza de que su compañera pensaba lo mismo.
-¿Tú crees que nos hemos enterado de la mitad de lo que tenemos que buscar?-
Rocío sonrió a sus compañeras, -no os preocupéis, vemos los primeros tramos de iglesia y os enseño que queremos, no es tan difícil, ya lo veréis-.
Sus compañeras parecían bastante escépticas, pero no era la primera vez que tenían que hacer algo así, y no sería la última.
-Solo un comentario, es importante que las fotos que hagamos tengan orden, tenemos que ser capaces de hacer un montaje después con las imágenes sacadas, sin errores. Carmen, tu te ocuparas del perímetro de la iglesia. No dejes pasar cualquier muesca, cualquier señal por ridícula que te parezca. Es muy importante que cada vez que saques un primer plano de algo, saques otra foto del entorno, de manera que podamos ubicar la imagen-.
Rocío tomó un nuevo sorbo de su café y se quedó mirando la cara de Margot. Esta estaba de frente hacia la sala del bar, junto con Carmen. Rocío comprobó que la mirada de ambas se dirigía hacia el mismo sitio. -¿Ocurre algo?- Pregunto¡ó con no poca inquietud. -Nada, no te preocupes, contestó Carmen, un tipo que acaba de entrar y que no encaja en la foto, pero no te vuelvas-.
Margot seguía observándolo sin apenas pestañear. -Es evidente que no es español, comentó en voz baja al oído de Carmen-.
-Y aún es más evidente que con esas manos arregladas no ha trabajado en el campo en su puñetera vida-, contestó Carmen volviéndose levemente hacia su compañera. -Vamos a ponerle un cebo, a ver que pasa. Yo me voy por el perímetro de la iglesia a hacer fotos, que es lo previsto. Vosotras entráis en la iglesia, contáis hasta 30 y salís por la puerta en el mismo sentido que yo me he ido. Margot, intenta ver si tiene amiguetes en las proximidades, no creo que venga solo. En el caso que podamos aislarlo, intentaremos reducirle y sacar alguna información. Rocío, tu mantente cerca, pero a salvo, a no más de 20 metros y siempre a la vista de una de las dos-.
Preguntó a las dos para ver en sus caras la respuesta, -pues hala nenas, al salón, que tenemos soldados-.
  Las tres se levantaron como activadas por un resorte común que provocó la reacción de todo el bar, como si el cuello de todos aquellos hombres estuvieran programados para girar el cuello al paso de hembras tan llamativas. Al pasar cerca del individuo que había provocado la sospecha, Rocío inspiró con fuerza, como si quisiera extraer del olor de aquel hombre la máxima información posible, pero su intento fue estéril, solo olía a limpio, sin perfumes, sin nada que descubrir detrás de ello.
  Salieron con la tranquilidad de quién domina la situación. Al llegar a la puerta de la iglesia, se organizaron y comenzaron el protocolo que habían pactado. El nerviosismo se podía leer en la cara de Rocío, ella no era una mujer de acción. Sentía un nudo en la boca del estómago que casi le provocaba el vómito. Margot parecía tener ojos en el cuello, sabía si alguien les seguía y a que distancia. La sevillana buscaba en la mirada de su protectora reacciones, estado de ánimo. Margot, tras entrar en la iglesia, desplazó con el antebrazo a su protegida, con suavidad y firmeza, desplazándola hacia la pared y colocándose ella para poder ver a través de la puerta que no dejó terminar de cerrarse. Sacó un arma del bolsillo y amartilló el percutor de la pistola. Desde que empezó en la policía vasca, había cogido la manía de llevar el arma con una bala en la recámara, por no perder el tiempo en montarla. En alguna ocasión se había ganado una buena bronca de sus superiores, por el riesgo que entrañaba, pero ella se sentía más segura.
  -Nos vamos-, dijo casi susurrando, -mantén la distancia-, le dijo mirando a Rocío mientras abría la puerta, relajando la mano derecha en la que llevaba el arma, como dejándola caer sin mucha atención. Tras salir ella, Rocío no esperó a que se cerrara la puerta, salió tras ella, con el corazón como un tambor legionario en pleno desfile. Podía sentir el latido en sus sienes, en sus manos.
Empezaron a recorrer el perímetro de la iglesia, sin ver a Carmen todavía. Pero Margot parecía tener claro a quién tenía que seguir. Se dirigió hacia una furgoneta azul con matrícula francesa que estaba aparcada a unos pocos metros de ellas. Cuando estaba a menos de un metro de la trasera de la furgoneta, hizo un gesto con la mano izquierda, sin ni tan siquiera volverse hacia Rocío, que esta entendió fácilmente, no te acerques más.
Margot llegó casi por sorpresa a la ventanilla del conductor y encañonó al conductor, -ni pestañees hijo puta-. La cara de sorpresa del ocupante del coche, le pareció ridícula, -¿dónde están tus compañeros?-
El conductor parecía no entender su idioma, lo cual le indicaba que no estaba equivocada, sin bajar el arma sacó unas esposas del bolsillo y esposó la mano izquierda del conductor al volante. Metió el cuerpo por la ventanilla y quitó las llaves del coche. Después cerró las esposas enganchando la mano derecha.
Miró hacia el otro lado de la furgoneta buscando rastro de Carmen sin éxito y después vio a Rocío a unos metros de ella, con cara de pánico. Le hizo un gesto con la cabeza determinando hacia donde se pensaba dirigir, con el fin que la sevillana supiera que tenía que hacer. Rocío asintió, no sabía que estaban haciendo pero sentía cada vez más el peligro que se cernía sobre ellas. Tras avanzar unos pasos más, vieron a Carmen, que tenía en el suelo y esposado al torpe que había levantado la liebre en el bar. Se había sacado del cuello una placa de policía, falsa evidentemente, pero que les servía tanto a ella como a Margot para evitar miradas indiscretas, más aún en el territorio en el que se encontraban.
Tras Margot llegaba una angustiada Rocío, casi corriendo.
  -Recógelo y nos los llevamos en su furgoneta, a ver que podemos hacer con ellos, ordenó Carmen con tono de voz casi militar. Tenemos un piso en Tudela, con acceso desde el garaje, para no llamar la atención. Rocío, llama a Giovanni e infórmarle de lo sucedido, es evidente que esta gente tiene información de nuestros movimientos. Dile que abortamos por ahora y que nos mande un equipo de trabajo a Tudela-.
-¿Un equipo de trabajo?- Repreguntó Rocío.
-Sí, el sabe a que me refiero, no te preocupes-.