lunes, 6 de julio de 2015

Capitulo III , A cambiar...



Llevaba todo el día en la oficina muerto de sueño. Gracias a Dios, pensó Ángel, hoy es viernes, y a las tres de la tarde cerramos el chiringuito hasta el lunes.
 Su trabajo no era demasiado entretenido, era responsable de cobros del departamento financiero de una multinacional holandesa de la alimentación. A veces pensaba que hacía él, Doctor en Historia, trabajando con cifras. Recordaba los comentarios de alguno de sus profesores que consideraban las matemáticas como un invento del diablo. Lo cierto es que en días como este, con el cansancio de haber estado leyendo horas de más durante toda la semana, su trabajo le resultaba especialmente anodino.
Cogió el teléfono móvil y marco el número de Miriam. Ella trabajaba como maquilladora en una cadena de televisión, por lo que, cuando no estaba maquillando en ese preciso instante, solía tener tiempo para hablar con él.
-Hola Cariño, ¿puedes hablar?-. La voz de Ángel sonaba tan cansada como realmente estaba.
-Por supuesto, acabo de terminar con un payaso de los que han salido de un reality show y no creo que tenga más que hacer en toda la mañana, ¿Cómo estás?. Muerto de sueño, seguro-, le contestó ella poniendo cara de saber la respuesta.
-.Algo si que tengo. ¿Y tú? ¿Te desperté en algún momento?-
-No, solo te sentí cuando te metiste en la cama, pero no sé ni que hora era. Por cierto, ¿Te acuerdas que hemos quedado para cenar hoy con Luis y Aurora?- Preguntó Miriam segura que no lo recordaría.
-Joder no, se me había olvidado, pufff… Tendré que intentar dormir un poco esta tarde o va a ser una cena muy aburrida, al menos por mi parte-.
-Creo que sí. Intentaré no hacer ruido cuando llegue, por si estás durmiendo-, contesto Miriam.
-Gracias cielo. Bueno te tengo que dejar, el plasta de mi jefe quiere verme, seguro que tiene algún regalito de viernes a última hora-, dijo Ángel, con voz algo cansada.
-No te quemes, te queda un ratito y se acabó hasta el lunes, un beso, te quiero-. Miriam lanzo el beso sintiéndolo por el teléfono.
-Y yo a ti, un beso cariño.-
Marcó el número de Miriam ....
Colgó el teléfono y se levanto de la silla sin muchas ganas de ver a su jefe de departamento. Llevaba en la empresa cerca de 18 años, desde que acabó la carrera y un antiguo compañero le dijo que había una vacante en su empresa, que podía cogerlo mientras terminaba el doctorado y encontraba algo relacionado con la Historia.
 Con la misma carencia de ímpetu que se había levantado se dirigió hacia el despacho de Andrés Martín, su jefe directo, un contable de los de siempre venido a más por llevar toda la vida en la empresa y, durante ese tiempo, haberle hecho la pelota a todos los directores financieros que había tenido. Se aproximo a la puerta, que estaba abierta, aflojándose el nudo de la corbata. Toco en el marco diciendo; 
-Hola Andrés, ¿Querías verme?-
-Si Ángel, pasa y cierra la puerta, por favor.-
Esa respuesta le dejó frío. Es cierto que su jefe no era la alegría de la huerta, pero el tono y su cara, transmitían que algo de lo que le iba a decir no era del todo bueno.
Cerró la puerta tras de si y se sentó dejando caer su cansado cuerpo en la silla de la derecha. El despacho de Andrés era tan aburrido como él mismo, pero tenía luz de la calle, y eso lo convertía en un espacio más agradable. Miró a los ojos de Andrés y pregunto:
- ¿Qué pasa?-
-Ángel, dijo sin fuerza, esto no va a ser fácil. Llevamos muchos años trabajando juntos, no entiendo porque me han dejado a mi esto,- comentó como entre dientes,- pero tendré que hacerlo. Te decía, que llevamos muchos años trabajando juntos, pero me han pedido que te comunique que, que, que tenemos que reestructurar el departamento y sobra gente.
-Andrés, me vais a trasladar o a echarme, y deja de dar vueltas absurdas, que estoy muy cansado para seguir una de tus divagaciones-.
Andrés se quedó descolocado por la rapidez de la respuesta de su interlocutor. Esperaba algo así, pero no tan rápido. Pasados un par de segundos salió de su estupor y repuesto, contestó a la pregunta.
 -A la calle, con todo lo que tienen que pagar más 6000 euros como gratificación por los servicios prestados y para que no vayas a incordiar con denuncias-.
Ángel se quedo un poco helado.
 - Coño Andrés, o te pones a dar vueltas o te pasas de directo. ¿Cuándo será efectivo?-
-Hoy, ahora, ya sabes como son estas multinacionales, no quieren que estés mucho por aquí-.
La cara de Andrés pedía perdón por las formas. Sus ojos decían, si solo soy un mandado.
-Excelente, ¿Me llevo mis cosas en una caja de cartón, como los americanos? O puedo volver el lunes a por ellas-.
 Ángel se incorporó en la silla como preparado para defenderse de un ataque inminente. Se sentía agredido en su fuero más interno.
-Mejor si te las llevas, pero tampoco sería un problema que vinieras a por ellas el lunes a última hora-.  Andrés dejo de mirarle para fijarse en una carpeta sobre su mesa de la que extrajo toda la documentación que tenían que ver y firmar.
-Dame los papeles que vea si me cuadra, recojo mis cosas y me piro, que os den mucho por culo, dieciocho años y me tiráis a la calle un viernes a última hora, como si fuera a robaros algo, que maravilla.
 ¡Venga! ¡Que me des los papeles! A ver si podemos terminar con esto-. Se levantó mientras lo decía pensando en salir de allí lo antes posible.

Pasada una hora desde esa reunión, Ángel estaba ya en su SEAT Ibiza camino de su casa.
Todavía no había llamado a Miriam y sintió que ya podía hacerlo sin el odio que había tenido en los primeros minutos.
Marcó en el teléfono el número y Miriam lo cogió casi sin dar tonos.
-Hola Cariño, contestó ella. ¿Ya saliste?-
-Si, y para siempre-.
-¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Qué ha pasado?- contestó Miriam sin comprender que había pasado en la hora desde su última conversación.
-Pues eso, que me han despedido. Eso sí, me han soltado una pasta y tengo dos años de paro. A lo mejor es mi oportunidad de hacer algo que me guste en vez de seguir a morosos por teléfono-. Ángel sonreía irónicamente mirando hacia delante con la vista perdida a cien metros de donde estaba.
-Jo cariño, lo siento, pero, ¿Te han dado alguna explicación? O algo-.
-Si, que tenían que reestructurar y me ha tocado. En el fondo, casi es un alivio. Estaba hasta las narices de hacer un trabajo que no me gustaba y para el que no estaba preparado. A lo mejor es bueno, no sé, no sé, ya veremos.-
-¿Cómo te encuentras?- Miriam ahora si sonaba preocupada.
-Creo que tranquilo, cuando llegue a casa y duerma un rato, podré pensar mejor-.
Bueno cielo, no te preocupes, seguro que es para mejor, y no tenemos que agobiarnos por el dinero, ¿No? Sonaba conciliador, tranquilizador, o al menos eso quería transmitir ella.
-Seguro que es para mejor-, contesto Ángel con una sonrisa incierta en la cara, se debatía entre el sobresalto del momento y el alivio de librarse de una parte de su vida que aborrecía desde hace años.
-Seguro mi vida, vuelvo lo antes posible a casa, ¿Vale?-
-No te preocupes- dijo Ángel antes de colgar,- te quiero-.
-Y yo a ti, un beso-, contestó Miriam con un tono de voz algo preocupado.
Ángel solo quería dormir, ya pensaría en alguna solución, no era urgente, solo lo era descansar.