jueves, 29 de octubre de 2015

CAPITULO XXXIII: El enemigo se organiza.





No hacia ni dos días que habían llegado a Portugal. Se estaba alojando en un viejo caserón cerca de Estoril. A algunos de sus ocho senescales parecía que lo de la austeridad le venía grande. Son portugueses, pensó al entrar por primera vez en aquella casa, tienen que demostrar que tienen más que los demás siempre, pero con cierto aire decadente. Estaban cuatro senescales y él en la misma casa. Ese era el número máximo de ellos que podían reunirse al mismo tiempo y solo en casos muy excepcionales. Bajó al salón donde le esperaban los restantes miembros de la reunión. Había personal de seguridad en cada puerta, todos hombres de la orden y todos soldados vehementes defensores de sus ideas. Al entrar los cuatro senescales se levantaron y se dirigieron hacia él, abrazándolo y besándolo dos veces en la cara. Después se retiraban para dejar al siguiente que hiciera lo mismo. Una vez terminado el protocolo, se dirigió a sus compañeros con frialdad y dureza.
-Hermanos, estamos al borde de quedar definitivamente al descubierto. Sabemos que nuestra enemiga esta excavando en Tomar, eso quiere decir que esta a tres pasos de resolver la línea principal. Uno de nuestros hermanos en España me ha informado que tienen a un experto español y sabemos que se ha buscado poderosos aliados militares y económicos. Tenemos que empezar a borrar los rastros del siguiente paso, este lo daremos por perdido, pero no pueden encontrar el siguiente libro en Coimbra, eso sería la perdición.
Si es necesario, eliminar a los miembros de su equipo que se interpongan. Hermanos, si llegan a descubrirlo, todo nuestro conocimiento será público y todo nuestro esfuerzo de tantos siglos, será estéril. Después de haber aguantado a la iglesia todo este tiempo, todo se vendrá abajo. No por que los dogmas de fe se puedan ver afectados, no, eso el Santo Padre seguro que lo soluciona, sobre todo porque hemos alimentado la leyenda durante siglos. La gente cree realmente que las leyendas templarias son realidades y eso nos permite jugar al escondite. Pero si sale a la luz lo que están buscando, las peregrinaciones a los lugares santos cambiarán afectando nuestros intereses económicos. Los científicos querrán comprobar lo real o irreal de los conocimientos que atesoramos. 
Y lo peor, nos reclamarán todos los que se creen con derecho sobre la herencia templaria y los únicos que saldrán ganando serán los abogados. Hermanos tenemos todo por perder y nada por ganar. Desde hace quinientos años, hemos estado limpiando las cloacas de la iglesia. No podemos dejar que esto se nos descontrole. Tener claro que si llega a descubrirse lo que hacemos, el Vaticano negará cualquier relación con nosotros y nos quedaremos solos. La iglesia está por encima de todos. Ahora, podemos empezar a proponer soluciones hermanos-.
El silencio se apoderó de la estancia. La cara de sus senescales era de evidente preocupación. Por un momento pensó en la posibilidad de que entre ellos hubiera algún traidor, algún cobarde. Pero desechó rápidamente la idea. Eran hombres que llevaban con él muchos años y que tenían mucho que perder.
Ninguno parecía poder dar respuesta a su líder. Todos estaban cabizbajos, taciturnos, abatidos. Él mismo volvió a romper el silencio. -Necesitamos no llenar Europa de cadáveres. El pobre sicario que eliminamos hace unos meses en Francia, no nos sirvió de nada. Una muerte inútil. No podemos volver a cometer ese error. No me preocupa eliminar a alguien si es por el bien de la comunidad. Pero no debemos caer en el error de eliminar gente sin atar bien los cabos sueltos tras él. Eso no puede volver a suceder-.
Todos seguían esperando órdenes. Desde hace más de treinta años acataban las órdenes de aquel hombre. No estaban acostumbrados a sugerir nada. La suya era una estructura bastante piramidal. El Magíster ordenaba y ellos ejecutaban. Este líder había hecho crecer el número de senescales hasta ocho. El objetivo era tener el riesgo más disperso. Pero también tenía el riesgo de tener más fugas de información. El conocimiento real sobre lo que custodiaban y su relación con la Santa Madre Iglesia, solo era realmente conocido por él mismo. Sus senescales tenían cada uno una parte de la información. Tan solo con todos ellos juntos se podía completar el puzzle. Tan solo tres de ellos poseían el conocimiento suficiente para dar con el tesoro. Otros tres tenían los contactos con el Vaticano y sabían lo que hacer y con quien contactar. Los dos últimos eran el back up de la orden, custodios de los archivos y conocedores de la historia de la orden. Marcel se sentía viejo, cansado. Tenía ya casi ochenta años y desde hacía un par de años quería ceder el poder a uno de sus senescales, pero no se había decidido por cual. En este momento se sentía más cansado todavía. Les miraba una y otra vez escudriñando en sus ojos quien debía ser el elegido.
-Debemos establecer la barrera antes de que puedan llegar a la ruta de entrada del apóstol y con ello a todas las claves para abrir el secreto-.
Todos asintieron, con la seguridad de que algunos de ellos se podían quedar en el camino.
-Señores, aportemos ideas-, finalizó sentándose para relajar sus piernas cansadas.
Uno de los más mayores se levantó, pensativo. Era otro francés como él. Tenía el mismo aspecto que Marcel, mayor pero de cuerpo atlético, su nombre en clave era Pablo. Ninguno, ni tan siquiera él mismo, utilizaba su verdadero nombre en las reuniones. En realidad, pensó Marcel, apenas recordaba su propio nombre, menos aún los de sus senescales.
-Creo que deberíamos tender una celada en la biblioteca de la facultad de Derecho de Coimbra. Deberíamos cambiar el códice por uno de los falsificados que tenemos preparados. Seguramente lo descubrirán pero ganaremos tiempo, a lo mejor, les perdemos del todo-.
-No olvides Pablo, que nos ha llegado la información de que tienen a un especialista español en historia medieval. No sabemos en que punto están, sabemos que están cerca de otro paso, pero no todavía del segundo paso de Portugal. Creemos que han unido sus fuerzas para lograr su objetivo, pero no podemos confirmarlo. Están más protegidos que nunca. Opino que Jacobo debería intentar sacar más información infiltrando a alguien. En el fondo es portugués y eso debería facilitarle el trabajo. Aparte de ser el más joven de nosotros-, interpeló Pablo con cierta envidia. 
Jacobo no tenía más de 50 años. Era un señorito portugués de buena familia que criaba caballos lusos y vivía de las rentas de sus padres. Había entrado en la orden hacia unos 20 años presentado por otro de los senescales. Era un hombre de profundas convicciones religiosas que conoció a Juan, el senescal que le introdujo, en unas charlas sobre el conocimiento iniciático que un profesor español impartía en Lisboa. Desde el principio de su relación mostró su disposición a hacer cosas que a otros miembros de la orden les producía horror.
-Magíster, interrumpió Mateo, uno de los conocedores de los secretos más íntimos de la orden, creo que ha llegado el momento de que varios de nosotros estemos dispuestos a entregar nuestra vida para frenar a estos usurpadores. Deberíamos dividirnos en cuatro grupos, preparados con varios sargentos de la orden para reventar su búsqueda según se acerquen al final de cada paso. Si cortamos el hilo antes que lleguen a Coimbra, será más sencillo proteger el final. Les podemos retrasar sine die-.
Marcel cerró los ojos, pensativo. En ese momento lamentaba profundamente no haber sido capaz de seducir a Madelaine. Eso habría sido una solución. Pero ahora ya era tarde, muy tarde. Nadie podía tomar la decisión por él. Asintió despacio, como intentando pensar en ese momento otra solución. Pero no se le ocurrió nada más. Se sentía cansado. Se sentó con los ojos llenos de lágrimas a punto de estallar. -Llevo toda mi vida intentando evitar esto, les comentó a sus senescales casi como si fuera una confesión con su sacerdote. Pero al final, todo el esfuerzo no sirve de nada ante la cabezonada de una mujer que encuentra poderosos aliados. Informaré a la Santa Sede. Organizarlo vosotros y me lo comunicáis-.
-Otro tema a tratar es la linea de sucesión. No me gustaría que se estropeara algo y dejáramos descabezada a la orden. Cada uno de vosotros debe nombrar a un sucesor al que irá formando desde ya, por lo que pueda pasar-.