viernes, 17 de mayo de 2019

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS


   Apenas podía abrir los ojos, le costaba. Como si estuvieran más secos de lo razonablemente normal. Sentía un frío estremecedor y su piel estaba tensa cual un cuero largamente estirado antes de sujetarlo en los extremos. Trató de moverse, pero su cuerpo no respondía a los estímulos. Frío, mucho frío. Intentó girar levemente la cabeza para descubrir en dónde se encontraba, de dónde procedía aquella luz de un blanco nuclear que obligaba a sus cansadas pupilas a moverse con inusual torpeza.

  Tan solo pudo entrever una especie de lona plástica sobre su cabeza. Parecía un poco empañada, como si fuera hiciera aún más frío que dentro. La leve apariencia de unas gotas tenues sobre esa superficie plástica le hizo suponer que estaba en un lugar húmedo. Bueno eso, y la sensación de humedad que lo envolvía todo. De humedad obstinadamente fría.
 Trató de respirar hondo con el fin de recuperar la cordura. No podía ser tan terrible. Solo tenía un poco de frío y no se podía mover. En un intento por volver a lo normal se centró en sus propias sensaciones. Al tratar de mover la boca sintió un dolor aterrador en el paladar y un pertinaz sabor ferruginoso en la boca. Si pudiera mover el resto del cuerpo, intentaría saber por qué esa horrible sensación, de dónde arrancaba ese dolor tan penetrante. El mero hecho de intentar tragar algo era una experiencia tan traumática que por un momento pensó si estaría dormido o despierto. Era demasiado real para ser imaginario.
 Intentó focalizar todos sus esfuerzos en sus pensamientos, como si recuperar la conciencia de quién era pudiera sacarle de aquella situación fría, gélida más bien y estática, muy estática. Pero en ese preciso instante se percató que no tenía ni la más remota idea de quién era, de qué hacía allí o de cual era su nombre. Nada. Memoria vacía.
De nuevo intento de moverse sin éxito alguno.
Le pareció escuchar voces, pero como no podía moverse, esperó con anhelo que aquellas voces desconocidas llegasen a su campo visual. Así a lo mejor empezaba a comprender algo. Dos absolutos desconocidos entraron por el costado de su ojo izquierdo, por el que había visto la luz y las gotas sobre el plástico. Sus voces sonaban muy lejanas, como si entre ellos y su oído hubiera algo más que un simple plástico y el frío intenso. Apenas podía comprender palabras sueltas, como si no entendiera bien su idioma. Uno de ellos llevaba una bata blanca, el otro parecía un matarife con un peto plástico azul y brillantes ojos verdes que se acercaban a mirarse reflejado en su pupila inmóvil.
¿Está muerto del todo? – Esa frase que había salido de la boca del de blanco consiguió entenderla con enorme nitidez.
No lo creo- Contestó el otro con cierto escepticismo en la cara. -A penas hace unas horas que lo han capturado. Aunque en esas condiciones no creo que dure mucho más.
Sentía el leve pulso que todavía le quedaba latiendo en las sienes, como si eso pudiera devolverle la vida. Necesitaba tan solo un gesto para que aquellos dos supieran que todavía estaba vivo, que todavía podía contestarles.
Todavía inmóvil sintió como si abrieran una puerta y entrase algo de calor hacia él. Al instante varias personas le cogieron por todas partes para levantarlo, todavía dentro de la bolsa sin que pudiera articular palabra alguna ni hacer gesto ninguno que les hiciera sentir que allí dentro de la bolsa había vida latiendo. Al alzarse pudo ver por el otro ojo el fondo de un congelador. Ahora se explicaba el frío intenso.
-          Es un ejemplar sublime-, escuchó al de blanco mientras los depositaban sobre una mesa.
-          Sí lo es. Fíjate, todavía no tiene ni Rigor Mortis- escucho al matarife al que vio por una esquina del ojo izquierdo de nuevo acercarse con un enorme cuchillo.
Evidentemente tan solo le quedaban unos segundos para evitar que aquella bestia le rematara con tan enorme objeto punzante. Solo unos instantes, posiblemente, solo una oportunidad.
El de blanco acercó su mano para acariciarle la espalda.
-          Está vivo todavía- dijo tras la caricia que él apenas había sentido.
El matarife se acercó por detrás del otro y con una maliciosa sonrisa dijo, -por poco tiempo. -
Ahora si había sentido el cuchillo clavado en su pecho, no podía creerlo, le estaban matando con testigos después de haber intentado congelarle e inmovilizarle.
Sintió como si su alma se elevara sobre el lugar y todo empezó a ser comprensible. El cuerpo que estaba abandonando no era el suyo. Era el cuerpo de un enorme atún pe preciosa piel ennegrecida por el frío. En la boca todavía se le podía ver el reguero de sangre dejado por el anzuelo. El matarife se acercaba de nuevo armando el brazo a ahora le podía ver con mayor claridad, desde arriba, atacando todos sus flancos con maestría, quejándose un poco por el esfuerzo.
-Martín, Martín, - le parecía escuchar mientras analizaba la escena sin odio a pesar de ver como destrozaban su cuerpo sacando enormes piezas enrojecidas por la sangre que se derramaba.
-Despierta Martín, ya hemos llegado. –
Ahora si abría los ojos, los dos al tiempo. Le costó unos instantes reconocer el camarote y la cara de su compañero, el que hace unos instantes le parecía un matarife.
-          Ya estamos en la zona de captura. Parece que hoy vas a poder pescar alguno. Y bien grande. –
Chasqueó la lengua reseca por el exceso de alcohol de la noche anterior e intentó incorporarse con torpeza.
-          No tengo yo tan claro que hoy tenga valor para pescar nada, - contestó él ahora ya consciente de todo lo soñado y de lugar donde se encontraba.