Apenas podía abrir los ojos, le costaba. Como si estuvieran más secos de
lo razonablemente normal. Sentía un frío estremecedor y su piel estaba tensa
cual un cuero largamente estirado antes de sujetarlo en los extremos. Trató de
moverse, pero su cuerpo no respondía a los estímulos. Frío, mucho frío. Intentó
girar levemente la cabeza para descubrir en dónde se encontraba, de dónde procedía
aquella luz de un blanco nuclear que obligaba a sus cansadas pupilas a moverse
con inusual torpeza.
Tan
solo pudo entrever una especie de lona plástica sobre su cabeza. Parecía un
poco empañada, como si fuera hiciera aún más frío que dentro. La leve
apariencia de unas gotas tenues sobre esa superficie plástica le hizo suponer
que estaba en un lugar húmedo. Bueno eso, y la sensación de humedad que lo
envolvía todo. De humedad obstinadamente fría.
Trató de respirar hondo con el fin de
recuperar la cordura. No podía ser tan terrible. Solo tenía un poco de frío y
no se podía mover. En un intento por volver a lo normal se centró en sus
propias sensaciones. Al tratar de mover la boca sintió un dolor aterrador en el
paladar y un pertinaz sabor ferruginoso en la boca. Si pudiera mover el resto
del cuerpo, intentaría saber por qué esa horrible sensación, de dónde arrancaba
ese dolor tan penetrante. El mero hecho de intentar tragar algo era una
experiencia tan traumática que por un momento pensó si estaría dormido o
despierto. Era demasiado real para ser imaginario.
Intentó focalizar todos sus esfuerzos en sus
pensamientos, como si recuperar la conciencia de quién era pudiera sacarle de
aquella situación fría, gélida más bien y estática, muy estática. Pero en ese
preciso instante se percató que no tenía ni la más remota idea de quién era, de
qué hacía allí o de cual era su nombre. Nada. Memoria vacía.
De nuevo intento de moverse sin
éxito alguno.
Le pareció escuchar voces, pero
como no podía moverse, esperó con anhelo que aquellas voces desconocidas llegasen
a su campo visual. Así a lo mejor empezaba a comprender algo. Dos absolutos
desconocidos entraron por el costado de su ojo izquierdo, por el que había
visto la luz y las gotas sobre el plástico. Sus voces sonaban muy lejanas, como
si entre ellos y su oído hubiera algo más que un simple plástico y el frío intenso.
Apenas podía comprender palabras sueltas, como si no entendiera bien su idioma.
Uno de ellos llevaba una bata blanca, el otro parecía un matarife con un peto
plástico azul y brillantes ojos verdes que se acercaban a mirarse reflejado en
su pupila inmóvil.
¿Está muerto del todo? – Esa frase
que había salido de la boca del de blanco consiguió entenderla con
enorme nitidez.
No lo creo- Contestó el otro con
cierto escepticismo en la cara. -A penas hace unas horas que lo han capturado.
Aunque en esas condiciones no creo que dure mucho más.
Sentía el leve pulso que todavía
le quedaba latiendo en las sienes, como si eso pudiera devolverle la vida.
Necesitaba tan solo un gesto para que aquellos dos supieran que todavía estaba
vivo, que todavía podía contestarles.
Todavía inmóvil sintió como si
abrieran una puerta y entrase algo de calor hacia él. Al instante varias personas
le cogieron por todas partes para levantarlo, todavía dentro de la bolsa sin
que pudiera articular palabra alguna ni hacer gesto ninguno que les hiciera
sentir que allí dentro de la bolsa había vida latiendo. Al alzarse pudo ver por
el otro ojo el fondo de un congelador. Ahora se explicaba el frío intenso.
-
Es un ejemplar sublime-, escuchó al de blanco
mientras los depositaban sobre una mesa.
-
Sí lo es. Fíjate, todavía no tiene ni Rigor Mortis-
escucho al matarife al que vio por una esquina del ojo izquierdo de nuevo
acercarse con un enorme cuchillo.
Evidentemente tan solo le
quedaban unos segundos para evitar que aquella bestia le rematara con tan enorme
objeto punzante. Solo unos instantes, posiblemente, solo una oportunidad.
El de blanco acercó su mano para
acariciarle la espalda.
-
Está vivo todavía- dijo tras la caricia que él
apenas había sentido.
El matarife se acercó por detrás
del otro y con una maliciosa sonrisa dijo, -por poco tiempo. -
Ahora si había sentido el
cuchillo clavado en su pecho, no podía creerlo, le estaban matando con testigos
después de haber intentado congelarle e inmovilizarle.
Sintió como si su alma se elevara
sobre el lugar y todo empezó a ser comprensible. El cuerpo que estaba abandonando
no era el suyo. Era el cuerpo de un enorme atún pe preciosa piel ennegrecida
por el frío. En la boca todavía se le podía ver el reguero de sangre dejado por
el anzuelo. El matarife se acercaba de nuevo armando el brazo a ahora le podía
ver con mayor claridad, desde arriba, atacando todos sus flancos con maestría,
quejándose un poco por el esfuerzo.
-Martín, Martín, - le parecía
escuchar mientras analizaba la escena sin odio a pesar de ver como destrozaban
su cuerpo sacando enormes piezas enrojecidas por la sangre que se derramaba.
-Despierta Martín, ya hemos
llegado. –
Ahora si abría los ojos, los dos
al tiempo. Le costó unos instantes reconocer el camarote y la cara de su
compañero, el que hace unos instantes le parecía un matarife.
-
Ya estamos en la zona de captura. Parece que hoy
vas a poder pescar alguno. Y bien grande. –
Chasqueó la lengua reseca por el
exceso de alcohol de la noche anterior e intentó incorporarse con torpeza.
-
No tengo yo tan claro que hoy tenga valor para
pescar nada, - contestó él ahora ya consciente de todo lo soñado y de lugar donde
se encontraba.