lunes, 24 de agosto de 2015

Capítulo XVIII: Y como es él.



Se encontraba muy cansado, desde que se había metido de nuevo en toda esta locura Ricardo no dormía bien, aunque a veces se preguntaba como podía haber dormido bien alguna vez, con todas las putadas que había hecho en su vida, a sus socios, a su familia y a cualquiera que se pusiera en medio de sus intereses. Él se consideraba un inversor, un hombre de negocios con no muchos escrúpulos. Siempre negocios, eso pensaba Ricardo. Para todos los que estaban a su alrededor era un niño rico que nunca había tenido que trabajar. Un especulador sin ninguna intención de crear negocios, solo de ganar dinero fácil. Durante muchos años se había dedicado a dar “ladrillazos”, hasta que descubrió que podía montar negocios a base de subvenciones inflando facturas para que los gobiernos regionales de diferentes comunidades autónomas pusieran el dinero y después especular con las posibilidades de las industrias montadas.
 Le habían pillado en un par de ellas, pero como tenía buenos abogados y asesores fiscales, siempre caía de pie. Tan solo en una ocasión un polaco le había pegado una paliza por haberle dejado unas deudas brutales. Le dejó una semana en la cama y una cicatriz en la barbilla, pequeña, casi imperceptible.
Se dio la vuelta en la cama para mirar por el ventanal de su habitación. Pulsó el botón para que se abriera la persiana sin levantarse de la cama. Cogió el teléfono y esperó a que le contestaran desde el otro lado. Era Tatiana, una rubia voluptuosa nacida en Tirana. Era la “asistente” personal de Ricardo. La utilizaba para todo, era su cocinera, su criada y su amante cuando no tenía a otra mujer a mano. Tatiana había llegado hacía 10 años a España buscando trabajo y, con tan mala suerte, había caído en la red de Ricardo que se encaprichó de ella en una cafetería en el centro de Valencia. Tatiana pensó en algún momento que quería casarse con ella.
 Pero poco a poco descubrió que Ricardo solo se quería a si mismo y lo único que le importaba de ella es que estuviera disponible, para todo, cuando él quería. Varias veces había pensado abandonar a este tipo, pero toda su familia en Albania vivía del dinero que ella mandaba. Cada vez le daba más asco mantener relaciones sexuales con aquel cerdo, pero no tenía muchas salidas, al menos no las veía. Descolgó el teléfono y contestó sin mucho ímpetu, -dime Ricardo-.
- El desayuno-.
-Enseguida-.
Ricardo colgó el teléfono. Tatiana sintió el asco recorrer su piel. El muy desgraciado no había dicho ni buenos días, ni gracias. Nada amable.
  Terminó de preparar la bandeja con café y bollos. Se abrochó un botón más de la camisa, para que no le mirara el escote mientras le servía el desayuno y se dirigió a la habitación de Ricardo. Golpeó la puerta con una mano mientras hacía equilibrios con la bandeja. La puerta de la habitación era blindada y solo podía abrirse desde dentro. Golpeó de nuevo la puerta pasados unos segundos ya que no había obtenido respuesta en el primer intento.
Ricardo abrió la puerta y con la mala educación habitual en él dijo, -no tengas tanta prisa que no tienes más que hacer que lo que yo te diga-. Mientras decía esto repasó el cuerpo de su criada con la lascivia en la mirada que cada vez le producía más asco a Tatiana. Al pasar le dio un palmetazo en el culo, como quien le hace una caricia al perro fiel al pasar a su lado, sin mayor aprecio ni desprecio.
Cuando Tatiana dejaba sobre la mesa la bandeja sonó el teléfono móvil de Ricardo que estaba sobre la mesilla de noche. Ricardo se sentó a la mesa y le dijo sin ni tan siquiera mirarla a la cara, -dame el teléfono-. Tatiana obedeció y tras dárselo en la mano aprovechó el segundo de confusión para salir de la habitación y cerrar la puerta. Sabía que significaba la mirada de Ricardo, por lo que decidió irse con urgencia a la compra a ver si mientras tanto él se largaba y la dejaba en paz. Avisó a Ximo, el chico que tenía Ricardo para hacerle las gestiones en Valencia y le dijo que tenía que ir a hacer la compra. En algunas ocasiones había mantenido relaciones con él. Le gustaba, era guapo y más joven que ella. No la trataba como una puta, y eso en su vida ya era algo importante.
Ricardo descolgó el teléfono tras comprobar que la puerta se había cerrado tras la salida de Tatiana. -Dime Nuno-, contestó mientras se metía un trozo de bollo en la boca.
Buenos días Ricardo, contestó el portugués. ¿Puedes hablar?
-Ya lo estoy haciendo, contestó con la boca llena-.
Nuno no había entendido bien la respuesta, le parecía que aquel tipo tenía la boca llena de pan, pensó que solo un cerdo sería capaz de contestar con la boca llena, y sonrió al pensar que eso era realmente ese tipo.- Bien, continuó Nuno, hemos conseguido cogerles la pista a las dos hijas del banquero-.
Ricardo esperaba que el portugués siguiera su discurso mientras se volvía a llenar la boca, cuando comprobó la pausa, contestó a duras penas, -¿Y?-
-Una de ellas ha seguido con su vida aburrida, la otra, Rocío, está en contacto con alguien que está estudiando documentación que podría ser la que tenía la señora Madelaine-.
-Bien, bien, que la sigan para ver como progresa, pero a distancia-.
 -Ya lo hemos hecho. Le ha comentado a su hermana que va a irse unos días a Navarra-, contestó Nuno.
 -Pues que la sigan-, ordenó Ricardo.
-De acuerdo-, contestó el luso pensando en colgar ya el teléfono.
-Una cosa más Nuno, nuestros hombres de Portugal, ¿Están progresando?-
-Creo que sí-, contestó lacónico Nuno,- pero, sinceramente, mi misión es encontrar sana y salva a la señora. Se que están buscando en varios puntos en el entorno de Fátima, pero no puedo decirle nada más-. Nuno se quedó pensativo en silencio unos segundos para proseguir, -y aunque sepa algo más no se lo pienso decir hasta que la señora lo autorice-.
Esto sacó de quicio a Ricardo que contestó exasperado,-¡ tú me dirás lo que a mi me salga de los cojones, que no se te olvide quién te paga, cabrón!-.
  Nuno pensó su respuesta un par de segundos. -Ni lo sueñes, Ricardo. Y si es por el dinero, déjeme que le explique una cosa. Cuando encuentre a la señora, aclararemos esto usted y yo. Si quiere dejar de pagarme, hágalo, pero como se le ocurra volver a insultarme o gritarme, me voy a hacer un llavero con sus “cojones”, si se los encuentro. No se le olvide, yo no soy uno de sus perritos falderos-. No esperó la respuesta, colgó y se sintió mejor. Acababa de pararle los pies al tipejo este. Nunca le había caído bien, le había aguantado algunas estupideces por no romper el clima de trabajo, pero no pensaba soportarle que le tratara como a uno de sus lameculos, el no lo era y no pensaba serlo nunca.
  Ricardo se quedo gritando, NUNO, NUNO, como si le fuera a contestar. -Me cago en su puta madre, quien se cree el portugués este que es, a mi no me cuelga el teléfono ni Dios-. Volvió a marcar el número de nuevo, pero le salió el buzón de voz.
  Salió de la habitación con la idea de pagar su frustración con la criada, gritando -Tatiana, ¿donde te metes?- Tras buscarla unos minutos por toda la casa, llegó a la conclusión de que se había ido. Ricardo necesitaba descargar su ira en alguien.