lunes, 13 de julio de 2015

Capítulo V: Mañana



Eran las diez de la noche y llegaban tarde a cenar. Habían quedado con sus amigos en un japonés de Majadahonda, una población cercana a Madrid.
-No sé que manía le ha entrado a Luis con los restaurantes japoneses, se debe conocer todos los de Madrid-, comentó Ángel.
-Ya sabes, está de moda-, contestó Miriam sin perder de vista la carretera.
-Estás tremendamente guapa esta noche, mi vida-, le dijo Ángel mientras pasaba un dedo por el borde del negro pelo de su pareja.
-Gracias, cariño. ¿Has descansado bien?- contestó ella sonriendo agradecida por el gesto.
-Como un niño. Hace mucho que no conseguía dormir tan a gusto. Desde luego si esto es estar en el paro, creo que me va a gustar-. dijo él sonriendo cínicamente.
-No seas tonto-, dijo Miriam sonriendo, -dentro de cinco días no se podrá ni pasar por el salón de la cantidad de libros que tendremos tirados por allí-.

-Intentaré que no, no te preocupes. ¡Mira! un sitio para aparcar casi en la puerta-. contestó Ángel.
Llegaron a la puerta del restaurante y vieron a Luis y Aurora sentados en una mesa cerca de la puerta, charlando y comiendo algo parecido a unos palitos de pan.
-Lo siento-, dijo Ángel antes de llegar a la mesa. 
-Soy un desastre. Me quedé dormido y mi bella esposa, me dejó descansar hasta tarde-.
-Mira que gracioso, si al final tendré yo la culpa-, replicó Miriam mientras daba dos besos a Aurora.
-No contábamos con que llegaras pronto. Sería la primera vez en tu vida-, dijo Luis mientras se levantaba a abrazar a su amigo.
-Que chispa tienes chaval, no sé como te aguanta esta mujer-, dijo mientras besaba a Aurora que aún no había tenido tiempo de replicar a nadie. -¿Cómo está el señor profesor?
-Cojonudo, como siempre. ¿Y tú?- Respondió Luis mientras buscaba su cerveza sobre la mesa. 
-Bien, en el paro, pero bien-.
-¡No me jodas! ¿Desde cuando estás en el paro?- Dijo Luis con cara de sorpresa.
-Desde hace un rato, justo antes de dormirme una siesta de varias horas-.
-Los tíos sois la leche-, dijo al fin Aurora, -os quedáis en el paro y os dormís varias horas para celebrarlo-.
-Ayer se quedó leyendo hasta las tantas-, comentó Miriam mientras gesticulaba con la cabeza mirando a Aurora que captó el mensaje. 
-En vez de hacerle caso a tu mujer-, apostilló sonriendo Aurora.
-¡Mea culpa, castigo corpus meum!- Dijo Ángel mientras se flagelaba con un látigo imaginario.
-Así me gusta-, sonrió Luis,- un buen cristiano haciendo penitencia por no cumplir con sus deberes maritales-.
Los cuatro soltaron una carcajada que rompió el silencio en el que se encontraba casi todo el restaurante.
-Bueno, al tema, que tengo hambre-, comentó Aurora.- Hemos pedido un menú degustación para los cuatro, si os parece bien-.
-Por supuesto que sí-, contestó Miriam cerrando la carta con cierto alivio.
-Menos mal- suspiró con alivio Ángel. Creí que tendría que elegir yo en una carta escrita en japones.
-¿Y ahora que vas a hacer, tío?-, preguntó Luis a un Ángel que estaba aún un poco aturdido por todo lo sucedido durante el día.
-Por ahora, leer y descansar. Ya buscaré trabajo en unas semanas-. Por un momento  pensó que no le gustaría que su amigo pensase que le pedía trabajo. Pero al fin siguió con su frase.- Me gustaría encontrar algo relacionado con lo mío, ya sabes-.
Luis dejó la cerveza que estaba bebiendo con rapidez, como si le hubiera sorprendido la respuesta de su compañero de carrera. Él era profesor universitario y no sabía lo que era pasar por la situación que Ángel le contaba. De pronto se le encendió la cara.
 -¡Tío! El otro día llamaron de Sevilla para pedir colaboración en la catalogación de unos documentos medievales, algo que tenía que ver con documentación de la iglesia o algo así. Buscaban a alguien que hablase latín con conocimientos de historia medieval y que entienda el francés antiguo. Si no recuerdo mal, cumples con los tres requisitos, ¿No?-
-¿En Sevilla?- Preguntó Ángel, como fastidiado por la ciudad de origen del trabajo. Aunque en realidad le fastidiaba que no fuera en Madrid si tenía que separarse de Miriam por un tiempo. No le gustaba la idea.
-A ver señor, no es que sea un trabajo de la leche, pero te puede servir para meterte en la rueda de la historia. Si te da la gana te pasas el lunes por el departamento y te pongo en contacto. Tú verás-, dijo Luis siguiendo con la vista al camarero que empezaba a servirles.
-El lunes me paso y me lo cuentas en profundidad. Pero ahora vamos a cenar y a brindar por los futuros padres, ¿No es así?- Contestó Ángel mirando la cara de sorpresa de su amigo.
-Será…. ¿Cómo te has enterado?- Preguntó sorprendido Luis.
-Me lo ha contado Miriam,- contestó Ángel. -¡En buena hora!- Dijo mientras levantaba su cerveza. -Es lo que tiene tener unas mujeres tan jóvenes y bellas-, continuó Ángel mientras miraba a ambas.
 Aurora era ocho años más joven que ellos y Miriam nueve, por lo que las dos mujeres se sentían bastante cerca una de la otra. Miriam estaba pensando en quedarse embarazada, pero Aurora se había adelantado, aunque ella se sentía muy feliz por su amiga.
-Brindemos por mi hija, o hijo-, dijo Luis levantando su copa.
- ¡Salutem!- dijeron ellos dos al unísono.
 En voz baja, le repitió a su amigo, -el lunes a las diez te quiero ver allí, que lo sepas-.
-Amén, señor, Amén-, respondió Ángel de forma socarrona.
  La cena transcurrió con normalidad, entre bromas por la futura paternidad de Luis y Aurora, y referencias a la ociosidad remunerada en la que se encontraba Ángel desde hacía unas horas.
 Era una extraña sensación la que sentía Ángel. De pronto su vida anodina en lo laboral había desaparecido y se encontraba con todo el tiempo que le hubiera gustado tener años atrás. Ello sumado a la comodidad de no tener que preocuparse por el dinero durante una temporada.
  Miró a Miriam con unos ojos extremadamente tiernos, dándose cuenta que podría al fin dedicarle más horas a su mujer y, por supuesto, a sus libros. 
Aurora detectó en varias ocasiones durante la cena, esa mirada cargada de disculpa y ternura que Ángel posaba sobre Miriam. En ocasiones Ángel echaba la silla hacia atrás para  poder ver mejor a su pareja. En alguna ocasión, al cruzar la vista con Aurora, Ángel sintió calor en su mirada, como si una enorme aprobación de lo que estaba percibiendo entre él y Miriam lo inundase todo. ¿Sería esa percepción extrasensorial de las embarazadas? O simplemente Aurora veía lo muy enamorado que estaba de su mujer y eso a las mujeres, les encanta. Quién sabe. 
  Sentía que el vino y la cerveza estaban empezando a hacer efecto y su percepción se volvía más sensorial y menos racional. Entre medias de todo ese barullo de sentimientos podía percibir el dulce olor del perfume de Miriam. Lo adoraba, le resultaba muy sexy ese olor. Pero también sentía a Luis repitiendo de vez en cuando que era una buena oportunidad lo que le había comentado de Sevilla.
 Hubo algún momento de la cena en el que creyó estar realmente bebido, ya que escuchaba muchas veces repetido el mensaje, pero al rato se percataba de que no era así, es que Luis seguía machaconamente con lo mismo. Le tenía mucho aprecio, si no fuera porque los de su generación no eran muy capaces de hablar de cariño entre hombres sin que una sombra de homosexualidad pasara por sus mentes, se podría decir que le tenía cariño, pero cuando se le metía algo en la cabeza, era un plasta del copón. Era capaz de conseguir las cosas por aburrimiento del contrario. 
Ya se lo había hecho en otras ocasiones. Recordaba una, en un examen de Paleografía Bajomedieval en segundo de carrera. Le estuvo dando la vara durante todo el ejercicio para que le pasara la traducción de un texto en Latín hasta que, casi bajo coacción, se la dio con el fin de que le dejara en paz. El otro consiguió su objetivo y, finalmente, suspendieron los dos. Durante años estuvo diciendo que Ángel no tenía ni puñetera idea de latín y seguramente por eso, perfeccionó su latín hasta la exasperación. En el fondo, es posible que debiera estarle agradecido.
Al finalizar la cena, salieron a tomar una copa en un local cercano, pese a las quejas de Aurora, que quería descansar y que, además, no podía beber alcohol dado su estado. Pero cuando las chicas se pusieron a bailar se le pasaron todos los males. Ellas son así, comentó Luis, que seguía de cuando en cuando dando la brasa a su colega con lo del lunes, hasta que en una de esas ocasiones, Ángel le contesto:
- que sí coño, que voy el lunes, no me des más la vara, tío. Te juro que voy el lunes, pero no te prometo que lo acepte, ya veremos de qué va en concreto el tema-.
-Venga, vale, ya verás cómo te gusta. Ya no te lo digo más veces-, dijo finalmente Luis, dando el tema por zanjado y apretando con fuerza el hombro de su amigo.
 Se sentía bien Luis con lo conseguido. En el fondo le debía a Ángel varias cosas en su
 vida, por lo pronto haber conocido a su mujer y, ahora madre de su futuro hijo. Por un momento pensó en pedirle a Ángel que fueran ellos los padrinos de su hijo, pero un rayo de luz le pasó por la cabeza, era demasiado pronto para eso y además, tendría que consensuarlo con Aurora. Seguro que estaría encantada con ello. Pero tenía que creer que se le había ocurrido a ella. Ya lo hablarían.
Se retiraron varias horas más tarde y con alguna copa de más. Pero habían pasado una velada bastante divertida y a Ángel casi se le había olvidado lo sucedido en el día. Volviendo hacia casa, pensaba en hacer el amor con su mujer, que era lo que más le apetecía en ese momento. 
 Se estaba acostumbrando a estar despierto hasta tarde y a las cinco de la mañana se sentía pletórico. Aprovechando la parada en un semáforo, le susurro al oído a Miriam,-¿y si intentamos esta noche ser papás nosotros también?- 
Ella sonrió con complicidad y le besó apasionadamente.
Desde luego su primera noche como parado tampoco estaba siendo nada mala, y prometía ser mejor al llegar a casa.
-Te quiero-, le dijo Miriam. 
-Yo más-, respondió Ángel.