martes, 26 de abril de 2016

Una experiencia impagable.

 Pocas veces, una presentación de un libro, deja tan poco beneficio económico y tantos beneficios emocionales.

 El pasado sábado, día del libro, tuve el honor de hacer una presentación en el Centro Penitenciario Ocaña II. Está opción apareció mediante la trabajadora social del centro que me invitó hace unos meses a tener esta experiencia.

 Es cierto que, tras la primera impresión de la propuesta, me preocupó el hecho de presentar una novela policíaca en una prisión. Extraño paradigma. Pero una vez superado ese cierto temor, me planteé que sería una oportunidad única seguramente en mi vida y seguro enriquecedora como escritor.
 Con estos preceptos, me planteé disfrutar lo más posible de la experiencia y a fe mía que lo hice.

 Una vez pasado el trauma de dejar tu teléfono y tu DNI en el control de acceso, es decir, quedarte incomunicado, estuvimos tomando un café en una sala previa mientras veíamos algunas maquetas de templos realizadas por los internos.

 Acceder al salón de actos tras las presentaciones al Director del centro, el Psicólogo, la Educadora social y varias personas más, ya supuso una aceleración en el pulso. Calculo, groso modo, que habría unos 60 internos, algunos con esa mirada perdida de cien metros de quien tiene todo el tiempo para pensar y poco en que hacerlo. Otros, pendientes de cada movimiento que hiciéramos tanto el personal del centro, como yo mismo. He de confesar que estos últimos si imponían cierto respeto.

 Pero empezamos el evento y todo fue maravilloso. Tras presentarme el director de la prisión, fui desgranando los conceptos que habitualmente comento en las presentaciones y viendo como, poco a poco, la atención de todos los asistentes aumentaba exponencialmente. Al terminar la parte más formal del acto y entrar en el turno de preguntas, me encontré con personas que habían escuchado con gran atención todo lo que les había explicado y, no contentos con ellos, planteaban cuestiones que podrían haber sido firmadas por cualquier periodista con ganas de buscar las cosquillas al autor, lo cual es muy agradable.
 Cuando un autor presenta su libro, lo que más desea es que lo lean y se lo comenten. Si de algo estoy seguro, es que entre las paredes de este centro penitenciario, lo van a leer muchos, de hecho les dejé dos ejemplares para su biblioteca.  Pero no solo eso, también me he comprometido con ellos a que, una vez lo hayan leído, asistiré para hacer con los que quieran una mesa redonda y comentar sobre ello. 
 Desde luego, tras esta experiencia, tengo claro que me he llevado más de la prisión de lo que he dejado allí. Ha sido un placer enorme hablar con ellos, dejar prejuicios y miedos en la puerta y con un poco de suerte, conseguir que algunos de ellos se asomen a leer y algunos también a escribir. 
 Desde aquí les deseo mucha suerte, que puedan dar un nuevo rumbo a sus vidas. Si tan solo uno de ellos consigue hacer las cosas mejor a su salida y alguna palabra de las muchas que dije le han empujado a ello, habrá sido maravilloso.

 P.S. Muchas gracias por los regalos materiales que también me hicieron, aunque los más importantes son los recuerdos y el buen sabor de boca que esta experiencia me ha dejado.