CAPITULO
XV
Nuno
llevaba varios días intentando seguir la pista de su jefa. No era
solo la presión de su “otro” jefe, Ricardo, era sobre todo por
que le empezaba a preocupar lo larga que estaba resultando la
desaparición. Por otro lado, su enlace en la oficina de Ricardo
también había desaparecido, hacía unos días y, al parecer, no
tenían ni puñetera idea de donde estaba.
Habían seguido la pista a través del GPS del coche de su jefa hasta un pueblo
al norte del Algarve, cerca de Odemira. A Nuno no le hizo ninguna
gracia tener que volver a esa zona de Portugal. Le recordaba lo
triste de su niñez, lo cutre de su región.
El pueblo hasta el que habían perseguido estaba cerca de Odemira, Boavista dos Pinheiros, se llamaba el pueblo diminuto donde encontraron el coche, al que habían prendido fuego en la noche del día en que secuestraron a su jefa, calcinado en un campo de lechugas propiedad de una multinacional inglesa. Habían tenido algunas palabras más altas que otras con los técnicos de la empresa, que eran “lugareños” portugueses y que lo más divertido que les había sucedido en el último año, era encontrar el coche incendiado.
El pueblo hasta el que habían perseguido estaba cerca de Odemira, Boavista dos Pinheiros, se llamaba el pueblo diminuto donde encontraron el coche, al que habían prendido fuego en la noche del día en que secuestraron a su jefa, calcinado en un campo de lechugas propiedad de una multinacional inglesa. Habían tenido algunas palabras más altas que otras con los técnicos de la empresa, que eran “lugareños” portugueses y que lo más divertido que les había sucedido en el último año, era encontrar el coche incendiado.
Habían
buscado pistas en los alrededores, pero lo único que se les ocurría
era que tuvieran alguien esperándoles o que hubieran salido en uno
de los camiones que salían de la fábrica de la multinacional
inglesa. Había intentando hablar con los de logística de la
empresa, pero sus paisanos no se mostraban muy colaboradores. Nuno
pidió a sus compañeros en Sevilla que investigaran la empresa, a
ver que encontraban.
Pero
el problema seguía existiendo. Lo peor, no tenía idea de por donde
seguir la búsqueda. Varios de sus hombres estaban buscando pistas
por todos los puntos en los que parecía que pudieran encontrar
algo, pero no mejoraba.
Sonó
el teléfono móvil, Nuno miró nervioso para comprobar que era Ricardo el
que le llamaba, seguro que había descubierto algo.
-To-,
contestó el portugués. Llevaba muchos años fuera de su país, ya
no le quedaba casi ni acento, pero no era capaz de dejar de contestar
así al coger el teléfono.
-A
ver portugués-, dijo Ricardo con cierto desprecio en la forma de
nombrar el origen de Nuno. -Mañana entierran al gordo cabrón ese que
trabajaba en el banco donde Madelaine tenía los papeles. Quiero que
estés allí y metáis la nariz en todo, a ver si localizamos algo
que perseguir-.
Nuno
pensó por un momento como Ricardo podía llamar a alguien gordo
cuando el parecía un muñeco de esos de los bebés que no se caen
nunca por lo redondos que son. Cada vez le caía peor ese tipo, pero
por ahora era quien le podía seguir pagando, dadas las
circunstancias, no era el momento de pensar en mandarle a hacer
puñetas.
-Esta
bien patrón-, contestó con cierto servilismo cínico el portugués.- Lo preparo todo. ¿Tiene usted alguien a quien marcar en especial?-
-Creo
que una de sus hijas, Rocío, había tenido algo que ver con unos
estudios sobre la Orden-.
-Está
bien, intentaremos colocarle un localizador en el coche o en la ropa-,afirmó Nuno.
-No
lo intentes, joder, hacerlo, a ver si es posible que alguna vez
hagáis algo bien-.
-Si-,
esta vez Nuno contestó con la sequedad de quien está pensando en mandar a hacer puñetas al que está al otro lado de la línea.
-Algo
más, ¿Ricardo?- Nuno sabía que le fastidiaba bastante que un
trabajador suyo se dirigiera a él de tú. Era como recordarle que él
no era más que un especulador venido a más gracias al dinero que
había heredado de su padre.
-No,
contestó con sequedad y colgó el teléfono con la mala educación
habitual-.
Nuno
se quedó con el regusto de haberle tocado las narices al imbécil
este. Al fin y al cabo, el solo estaba vendiéndole información
hasta que desapareció su jefa. Ya tendría la oportunidad de ponerle
en su sitio si volvían las cosas a su ser.
Nuno
volvió a coger el teléfono móvil mientras paseaba por la acera
encendiendo un cigarrillo. Hacía tres meses que había dejado de
fumar, pero los nervios de los últimos días le habían forzado a
recaer, ya lo volveré a dejar, pensó mientras prendía el mechero.
Al
contestarle al otro lado de la línea le explicó a uno de sus
compañeros el plan del día siguiente. Tras colgar el teléfono
pensó que era posible, solo posible, que los documentos no hubieran
salido de Sevilla. Volvió a coger el teléfono y llamó a Miguel.
Miguel
era policía de la científica y antiguo compañero de correrías
cuando ambos estudiaban derecho en Madrid. Seguían teniendo buen
trato, y en algunos casos, colaboraba con él para buscar a
determinadas personas. Miguel cogió el teléfono como si no pudiera
hablar en ese momento. -Hola Nuno, ¿te puedo llamar en unos minutos?-
-Por
supuesto,- contestó el portugués, -pero no te olvides, que es muy
importante-.
Al
colgar el teléfono pensó en como plantear la propuesta a su amigo.
Era posible que pudieran encontrar movimientos de algún especialista
en historia medieval. Se supone que los secuestradores de su jefa no
tenían infraestructura sólida en España ni en Portugal, con lo que
necesitarían a algún especialista para interpretar los datos. En
Europa no tenía que haber más de cuarenta o cincuenta personas preparadas para
esto. Era dar palos de ciego, pero a lo mejor daban con algo.
Tiró
el cigarrillo al suelo y volvió a marcar otro número. Era el de sus
oficinas en Portugal. Quería saber si habían encontrado lo que
buscaban, eso cambiaría bastante el status quo de la situación. Al
descolgar su compañero le disparó la pregunta en portugués sin más
saludos. La respuesta fue igual de rápida. -No, pero creemos estar
cerca de ello-.
Tenía
que pensar más rápido, el tiempo corría en su contra. Encendió
otro cigarrillo. Pensar más rápido, más rápido.
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