lunes, 28 de septiembre de 2015

CAPITULO XXVIII: Pandora busca la caja de los vientos.



 Hacía varios días que sus canales de información no le aportaban nada. Ninguno de sus senescales tenía nada nuevo. Habían perdido a dos hombres en Navarra, los que seguían al historiador de Baiona, también habían fracasado. El contacto que tenían en la organización, a través de un socio del Ricardo Carpintero ese, un socio rumano que era familia de un alto dignatario de la orden, se había apagado. Al parecer, Ricardo desapareció con dinero que tenía en común con su socio rumano y no tenían ni idea de donde podía ocultarse. Aunque no era la primera vez que este elemento desaparecía con dinero de otros.

Su único consuelo era que la gente que custodiaba sus tesoros, no parecía ver nada revuelto en el entorno.

Pero él sabía que tenía que pararlos antes que llegaran demasiado cerca. Esa guarra de Madelaine y el invertido de su hijo, tenía que haberlos eliminado hacía tiempo. Siempre pensó que ella sabría comprender el ocultismo de todo aquello, podía haber sido una gran esposa, podía haber unido dos dinastías que custodiasen el conocimiento de la orden. Pero se encaprichó con el Carpintero, con ese nombre de judío converso no podía traerles nada bueno, y él puso tierra de por medio. Ella siempre había puesto por delante de su misión en la vida su propio placer. Y no digamos del niño. Podían haber sido aliados y ahora eran enemigos irreconciliables.

Llamaron a la puerta de su despacho. Era una estancia de un viejo caserón cerca de Burdeos. Austera, incluso pobre, se podría pensar. Pasa, contestó el anciano. El que entró era su mano derecha, uno de los senescales. Se suponía que nunca debían estar juntos, solo en alguna reunión. Pero el estado de las cosas, hacía necesaria la proximidad para defender con su vida, si fuera preciso, el conocimiento que Dios les había reservado a los pocos iniciados. El otro era un hombre de unos cincuenta años, con pelo rapado militar, fuerte, con estructura de pasar bastantes horas haciendo deporte al día, de ojos azules glaucos, pero con la piel ya marcada por el curso de los años.

-Magíster, han encontrado a nuestros hombres de Navarra con un tiro en la nuca y atados de pies y manos en una cuneta cerca de la frontera hispano-francesa por el lado español. La prensa dice que se trata de un ajuste de cuentas por narcotráfico, no ha sido difícil convencer de ello a Policías y periodistas. A ambos les han grabado en la boca con un hierro incandescente una cruz patriarcal de Jerusalén-.El tono de voz utilizado denotaba preocupación.

Ambos sabían de donde venía ese símbolo y quienes lo utilizaban. El anciano que tenía una apariencia física bastante similar a la de su senescal, pero con bastante más años, movió la cabeza negando, le costaba creer que les estuvieran ganando la partida con esa facilidad. Nos vamos a Portugal, tenemos que levantar la última línea defensiva, por si llegan hasta allí.
 Su senescal asintió acatando la orden-.¿ Me permite hacerle una sugerencia?-
 -Claro hermano-, contestó el mayor de ambos.
 -Creo que algo extraño está sucediendo. Parece como si pudieran ver nuestros movimientos. O nos hemos equivocado de hermanos al mandarlos a esta misión, o nuestros enemigos se han fortalecido.-
 El mayor de ellos asintió, como si él pensara lo mismo. -Veremos cuales son los siguientes movimientos pero, en cualquier caso, debemos avisar a nuestros hermanos del peligro inminente que se cierne sobre nosotros.-
 -Así se hará-.