jueves, 8 de octubre de 2015

CAPITULO XXX: El descanso antes de la batalla.



Ángel decidió parar en Madrid ante la insistencia de Miriam por ver a algunos amigos en su viaje de vuelta. Giovanni le había llamado para informarle que todas sus cosas las mandaban a Tomar, a una casa que tenían allí cerca para que él pudiera seguir estudiando. Tenían billetes para el avión a Lisboa de las 7,30 de la mañana del día siguiente. Al llegar a Lisboa les recogería Margot y un hombre de su confianza para llevarles a su nueva base. Al italiano no le hacía ninguna gracia que llevara a su pareja, pero parecía un poco más blando de lo normal cuando Ángel le dijo que -eso, ahora, no era negociable-.

 Miriam había quedado con la mujer del catedrático para intercambiar experiencias de embarazada. Sentía que Miriam se sentía ahora más cerca de Aurora, como si el ir a tener ambas un hijo en un periodo de tiempo corto hiciera apretar los lazos entre ellas. En el fondo Ángel siempre había pensado que las embarazadas eran como una secta que siempre hablaba del “nido” y de su construcción. Pero lo que temía más que a un nublado era a la andanada de preguntas capciosas que, no tenía duda de ello, le lanzaría Luis a la primera de cambio. Llevaba varios días sin hablar con su colega y sabía de su interés por el proyecto en el que trabajaba. Su problema era que no podía contarle gran cosa. Pensaba entretenerle con lo visto en Bayona, en su catedral, aunque no creía que pudiera entretenerle por mucho rato.
A Miriam empezaba a notársele más las curvas. Estaba radiante, con un color de piel envidiable y con un brillo en los ojos que vendía felicidad a raudales. Cuando salió del baño, con el pelo revuelto y mojado, arropada por un albornoz blanco que, en realidad, era de él, Ángel se sintió casi en el cielo, observándola.
-¿Se puede saber que estás mirando con esa cara de bobo?- Preguntó Miriam con una sonrisa socarrona, como conociendo la respuesta.
-A ti, te miro a ti-, contesto él sin dejar de mirarla. -Estás preciosa, será el embarazo, las hormonas, o que te han parido así, pero estas preciosa-.
Miriam rio con fuerza. -Si no me doy prisa no llegaremos a tiempo. Quiero hablar con Aurora mil temas. Ya sabes, cosas de embarazadas-.
Ángel miró al cielo buscando resistencia para aguantar la que le esperaba esa noche.
-Está bien, prometo no retrasarte, le susurró al oído mientras besaba su cuello. -Te espero en el despacho, voy a ver mi correo mientras terminas de vestirte, pero que sepas que preferiría hacerte el amor que cenar fuera-.
-¿Que te pasa con Luis? Es como si tuvieras miedo a estar cerca de él-. Miriam se había dado cuenta.
-Algo así. No es miedo, es que no quiero contestar a las preguntas que me va a hacer. No quiero que tenga información, es peligroso para mi trabajo. Y me lo han prohibido explícitamente-.
-Díselo, directamente, sin más. Dile que no puedes hablar con él del trabajo- dijo ella con toda naturalidad.
-Ya lo he intentado, pero sabes que es un cabezón de cuidado. Bueno, ya lo solucionaré, que no nos amargue la existencia-.
-Que así sea-, contestó ella con sorna.
-Graciosilla, no me tomes el pelo-.
-¡Dios me libre!! Prefieres, ¡¡que así se escriba y así se cumpla!!
Ángel rio con ganas. Miriam siempre hacía bromas sobre las frases históricas que ellos dos utilizaban para comunicarse.
- Definitivamente, me voy a ver el correo-, dijo él mientras salía por la puerta de la habitación.

MUCHAS GRACIAS!!

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GRACIAS a todos vosotros, el sueño de publicar mi novela se está haciendo realidad.