Ángel
estaba despierto, otra vez, a las tantas de la madrugada. Abrió la
puerta con mucho cuidado de no hacer ruido. Miriam dormía
plácidamente sobre la cama, sin taparse más que la tripa. Volvió a
salir hacia el despachito que tenía a pocos metros del dormitorio.
La casa en la que estaban alojados era un viejo caserón portugués,
cerca de Entrocamento Norte y a pocos kilómetros de Tomar, el pueblo
objeto de sus investigaciones. La casa era propiedad, según le
comentó Giovanni, de unos nuevos asociados en la operación. Al
italiano no le había sentado nada bien que Miriam les acompañara.
Pero no tenía marcha atrás. Ella ya había estado en Francia y en
el rescate de San Sebastián. Ya sabía demasiado y, además, se le
empezaba a notar el embarazo. Giovanni tragó con que ella formara
parte de la expedición, a cambio que no estuviera pululando por toda
la casa ni, por supuesto, por los escenarios que estaban
investigando.
Ángel
pensaba estudiar un rato más antes de acostarse. A la mañana
siguiente, se reuniría con las personas que habían tenido los
documentos examinados durante los últimos años, y no quería
defraudarles. En el fondo una incertidumbre le corroía por dentro.
Esa gente, por lo poco que él sabía, era de origen francés y de
una familia poderosa de aquel país. Ángel no tenía mucha
información, pero suponía que podría sonsacar algo de sus nombres,
apellidos, apariencia, etc. Alguien que hubiera poseído esa
documentación durante muchos años, tenía por fuerza que tener
alguna conexión histórica con el origen de los documentos. Giovanni
no quería darle más información, decía que por su propia
seguridad. Pero él tenía la sensación que no se trataba más que
de un truco del trilero italiano. Se trataba de un tipo frío y
calculador que sabía como jugar con la información de modo que solo
él conociera todos los parámetros. Ángel estaba seguro que el
italiano había tenido formación militar, y desde luego, algo de
formación mafiosa. Era un elemento al que resultaba imposible
sacarle nada que él no quisiera darte. Te dejaba suponer todo lo que
quisieras, pero solo te confirmaba lo que le daba la gana.
Es
cierto, que cuando les recogieron en San Sebastián, tubo la
impresión de que este tío tenía gente dispuesta a todo en todas
partes. Las chicas con las que tubo contacto allí eran, seguro,
gente armada y segura de cumplir las órdenes que les dieran. Por
otro lado, desde que llegaron a Portugal, tenían continuamente al
menos a cuatro o cinco personas de seguridad todo el día pegados a
ellos.
En
la visita del día anterior al hospital templario de Tomar y a la
ciudad, estuvo vigilado en todo momento por dos hombres, al menos.
Pero tenía la sensación de tener al italiano pegado al cogote todo
el día. De hecho, cuando llegaron de vuelta, Giovanni le comentó que
no era necesario que fuera él a una farmacia, que le pidieran lo que
necesitasen a alguien de seguridad y se lo harían llegar. Le llamó
la atención porque él había ido, no hacía más de media hora a
una farmacia a por paracetamol para su dolor de cabeza por la falta
de descanso. Cuando el italiano le hizo el comentario se quedo
bloqueado. Como coño se ha enterado este tío de lo que acabo de
hacer. Sintió que quería que supiera que le controlaba, y eso no le
hizo ninguna gracia.
Se
sentía muy cansado y la cabeza empezaba a fallarle. Estaba más
pendiente de sus pensamientos que de los documentos que estaba
leyendo sobre la encomienda de Tomar. Cerró el libro con un suspiro
más de cansancio que de saturación, dejó las gafas encima del
libro y frotándose los ojos, se fue a la habitación para acomodarse
en la cama, como siempre abrazado a Miriam y sentirse, de nuevo, en
casa, al abrigo de todos los problemas. Comprobó la hora que había
puesto en el despertador, acarició la incipiente tripita de su mujer
y se durmió.
Eran
las nueve de la mañana cuando sonó el despertador. Ángel lo apagó
sin ni tan siquiera haber abierto los ojos, de forma automática. Se
volvió hacia Miriam, que estaba de cara a él, para darle un tierno
beso en los labios sin que ella abriera los ojos. Miriam se estiró
en la cama y con voz adormilada le preguntó, ¿Tienes que
levantarte ya?
Sí,
tengo una reunión en una hora y quiero estar espabilado. Ángel
saltó prácticamente de la cama con rumbo al baño.
-Yo
me voy a quedar un ratito en la cama, estoy muerta de sueño-.
Él
se volvió hacia la cama para volver a besarla. En el fondo, no tenía
ningún interés en separarse de ella en este momento, pero por otro
lado, tenía la impresión de que su reunión de hoy podía ser
crucial en la resolución por un lado, y un momento único en su vida
por otro. Todo el tiempo que estuvo aseándose, no pudo quitarse de
la cabeza las especulaciones sobre quienes serían sus
interlocutores.
Tras
coger un café y comiendo un “bolo” de arroz, se dirigió hacia
la sala en la que trabajaba y donde mantendrían la reunión. Le
sorprendió que Giovanni ya hubiera llegado. Miraba con aire
distraído los libros y anotaciones que Ángel tenía esparcidas por
la mesa. Con la boca casi llena de bollo, preguntó, -¿Has descubierto
algo en este rato?-
El
italiano se volvió un tanto sorprendido, no le había oído llegar. -No, yo dirijo, tú analizas. El latín no es mi fuerte, la historia,
lo justito-.
Ángel
asintió complacido. Apoyó la taza en uno de los pocos huecos que
quedaban libres sobre la mesa. -Bueno tío, le espetó al italiano
dándole un amable golpecito en el hombro, ¿Me vas a contar con quien
voy a tener el gusto de reunirme?-
-No,
pero te garantizo que no te va a dejar indiferente-.
-Al
menos dime si es hombre o mujer y su nacionalidad-. preguntó Ángel tratando de atar algún cabo.
-Mujer
y francesa, pero lleva viviendo mucho tiempo en España-.
Aha,
contestó Ángel intentando que su respuesta animara a su
interlocutor a seguir. Pero el italiano no era de los que caían en
esos trucos. La situación provocó un incómodo silencio, al menos
para Ángel.
-Pero
no te preocupes, está viniendo para aquí en unos minutos-.
Ángel
apuró el último trago de café y se puso las gafas abriendo un
libro sobre las encomiendas templarias en Portugal. Giovanni se quedó
pululando por su alrededor hasta que a los pocos minutos sonó la
puerta al abrirse y entró Madelaine.
A
ambos les sorprendió la frescura y juventud que aquella mujer
transmitía, a pesar de no ser ninguna niña.
Giovanni
salió a su encuentro dándole la mano. Madelaine vestía un vaquero
muy ajustado con una camisa azul translucido que dejaba entre ver el
encaje de su ropa interior, de forma totalmente deliberada.
-Ángel,
te presento a Madelaine Beaujeu-, dijo el italiano sonriendo a la
mujer que acababa de entrar iluminando la estancia.
-Enchante
madame-, dijo Ángel besando la mano derecha que le extendía la
señora en un gesto intermedio entre la forma de darla de los hombres
y la feminidad de esperar un gesto cercano al beso en la mano.
Madelaine agradeció el gesto con una agradable sonrisa y se sintió
un tanto turbada por la tranquilidad con la que lo había ejecutado,
en estos tiempos de tan poca educación, aquel joven. Unos pasos más
atrás venía Rocío, radiante, con los ojos brillantes como luceros.
Llevaba también ropa vaquera y cómoda, pero su rostro reflejaba una
felicidad que no pasaba desapercibida a ninguno de los asistentes.
Giovanni,
la presentó a los otros dos, que la besaron en la cara con la
frialdad de la persona recién conocida. Madelaine la examinó de
arriba a abajo en un rápido vistazo que la sevillana devolvió con
el mismo gesto. La francesa pensó en la frescura de la juventud de
la chica, y la sevillana en la elegancia y belleza de aquella mujer.
-Bien-,
dijo Giovanni, -estamos todos los que tenemos implicación en las
decisiones que aquí se van a tomar. Ángel es nuestro especialista
en historia de la orden, Rocío una inestimable colaboradora que nos
ha llevado hasta la documentación que has examinado-, dijo mirando
hacia Ángel, que asentía mientras miraba al resto del grupo.- Madelaine ha sido la última custodia de la documentación que
estudiaste. Al principio no estuvo de nuestra parte, pero esta casa
es suya y, evidentemente, estamos ahora si, todos en el mismo barco-,
dijo buscando la confirmación gestual de la mujer que asintió
sonriendo con complacencia.
Ángel,
no pudo dejar pasar el momento de preguntar. -¿Es usted heredera
directa de los Beaujeu que reclaman para sí la herencia real del
Temple?-
Madelaine
se quedó un tanto sorprendida por lo directo de la pregunta. Los
demás esperaban la respuesta con cierta preocupación por como le
podía sentar la pregunta.- Si-, contesto, -soy de esa familia que tiene
el derecho a la herencia de “la orden”-, contestó con cierta
dureza.
Ángel,
percibiendo la frialdad de la respuesta, replicó,- ahora estoy aún
más encantado de conocerla señora. He sido uno de los mayores
estudiosos sobre su familia y sobre su búsqueda. Conserva usted la
belleza de varios de sus antepasados, de los que he podido ver
retratos-.
Madelaine
se relajó ante el aprecio demostrado por el joven, que debía ser,
más o menos de la edad de su hijo.
-Ángel-,
interrumpió Giovanni,- Rocío es la especialista que siguió la pista
Navarra-.
Ángel
sonrió,- bueno Rocío, la familia de esta mujer y, sobre todo, los
que les legaron los papeles, se encargaron de embarullar esto para
que no lo encontremos con facilidad-.
-Si,
desde luego-, contestó la sevillana.
-Bien
señora, señorita y caballero, cojan un café y pongamos en común
lo que sabemos. El objetivo de esta reunión es asignar los
diferentes trabajos de seguimiento de las pistas en base a los
conocimientos de todos nosotros y, por otro lado, garantizar la
seguridad de la operación y de todos nosotros. En esta parte soy yo
el que más información tiene, y por ello vamos a comenzar. Sabemos
que algunos miembros del Priorato de Sión están tratando de seguir
nuestra pista para intentar que, o bien no lleguemos a descubrir lo
que buscamos, o bien poder arrebatárnoslo al encontrarlo. El motivo
no lo tengo especialmente claro, Madelaine seguro que nos puede
aclarar mucho. Por otro lado, el grupo al que yo pertenezco, quiere
hacer una explotación mediática de lo que encontremos. Estamos
todos de acuerdo que eso lo evitaremos cuando tengamos algo. Ninguno
de los aquí presentes quiere hurtarle a los estudiosos, dijo mirando
hacia Ángel, ni a los creyentes, mirando hacia Madelaine, la
información. Por otro lado, lo lógico es que la familia de
Madelaine, es decir ella misma y su hijo, si ella así lo considera,
tengan el privilegio de hacer público el hallazgo sin desligarlo del
enorme trabajo de los demás-.
Giovanni
paró unos segundos para comprobar que todos comprendían el
planteamiento.
-Por
otro lado-, prosiguió en su exposición,- tenemos un grupo nada claro
y del que poco sabemos. Estaban asociados con Ricardo Carpintero, la
ex pareja de Madelaine. Este elemento esta ya fuera de juego y
cortadas todas sus conexiones, pero no sabemos hasta que punto pueden
tener acceso a alguna información. ¿Es posible que tengas alguna
información relevante sobre ellos Madelaine?-
La
pregunta le llegó sorbiendo un pequeño trago de café. A Madelaine
siempre le había encantado el café de los portugueses. Dejó la
taza sobre una mesita auxiliar y, madurando la respuesta, mirando
hacia un punto indeterminado, contestó.- No creo que tengan acceso a
nada. En realidad si no hubiera sido por las filtraciones de mi hijo,
nunca se hubieran acercado. Sin Ricardo, que era el que conocía algo
más de la historia de la familia, creo que no tendrán nada que
hacer. Mientras tengamos a mi hijo a buen recaudo, no tienen por
donde agarrar la investigación. Por otra parte, son una parada de
cabestros rumanos y servios, músculo descerebrado con dinero del
tráfico de drogas-.
-Bien-,
asintió Giovanni, -tendremos cuidado con la seguridad de tu hijo.
Respecto al priorato...-dejó la frase inconclusa en el aire.
-El
priorato es posible que, o este buscando lo mismo que nosotros, o
esta tratando de evitar que lo encontremos. En el fondo, somos dos
caras de la misma moneda. Lo que no creo que ellos quieran hacer es
sacar lo que sea a la luz. El ocultismo practicado durante todos
estos siglos, no es fácil que cambie de la noche a la mañana. Yo
creo que son realmente peligrosos. También opino que no deberíamos
descuidar la seguridad de todos los equipos-. Madelaine conocía muy bien a ese enemigo.
Todos escuchaban con atención. -Creo que es el momento de valorar la seguridad-, replicó Giovanni.- Contamos con al menos 40 personas entre hombres y mujeres para la seguridad de esta vivienda, el piso franco de Sevilla y las posibles misiones que saquemos de estos entornos. De ellos doce son tuyos, espero que de tu total confianza. También espero que ninguno sea “amigo” de tu hijo-.
Todos escuchaban con atención. -Creo que es el momento de valorar la seguridad-, replicó Giovanni.- Contamos con al menos 40 personas entre hombres y mujeres para la seguridad de esta vivienda, el piso franco de Sevilla y las posibles misiones que saquemos de estos entornos. De ellos doce son tuyos, espero que de tu total confianza. También espero que ninguno sea “amigo” de tu hijo-.
-No,
que yo sepa. Tan solo me produce cierta duda un tal Víctor Andrade.
Está aquí, en Tomar. Es un portugués pequeñito y amanerado. Creo
que ha tenido relaciones con mi hijo en algún momento, pero también
creo que puede serme fiel a mí. Sería bueno practicar algo de
contra vigilancia con él-, replicó Madelaine.
Tanto
Rocío como Ángel asistían algo atónitos al cruce de palabras
sobre seguridad. Giovanni se percató del resquemor que estaban
creando en los otros dos. -Bien, si os parece me encargo de él y
trato de que vigilen a los socios de Marbella de tu hijo, por si
vemos movimientos-.
-Otro
tema, solo podemos salir escoltados por, al menos dos miembros de
seguridad, no quiero sustos. Si tenemos que desplazar un equipo a
otra ciudad, lo estudiamos y preparamos. Nada de Indianas Jones.
¿Queda claro?- Dijo mirando a Ángel.
Este
asintió. -Bien, ¿ya habéis terminado con la seguridad? ¿Podemos hablar
del asunto que nos ocupa?-
Todos
asintieron.
-Las
pistas localizadas en Bayona no nos dirigen a Portugal, nos dirigen a
Ponferrada. Uno de los escudos encontrados en el cementerio medieval
que allí existió, y que ahora esta expuesto abiertamente en las
paredes del claustro, se repite en un descendente en un escudo de los
que existen en el castillo de Ponferrada. Nuestro problema sería
fechar ese escudo y saber si, cuando los templarios de ese castillo
pasaron a otras órdenes al ser considerados inocentes por el Rey
Fernando IV, se llevaron consigo las pistas que estamos buscando-.
Madelaine
contestó prácticamente al hilo de la última palabra de Ángel. -En
realidad lo que estas buscando son las respuestas a varios enigmas
que nos encontraremos en el tramo final de la búsqueda. Tanto tu
como Rocío, buscáis información para solucionar enigmas, lo malo
es que no sabemos cual será el enigma.
-La
ubicación de lo que sea que estamos buscando, a día de hoy sería
aquí, pero....- Madelaine dejó la respuesta abierta-
El
final de la frase quedó en el aire, como esperando que alguno de los
cuatro resolviera el enigma. El silencio se prolongó por unos
segundos hasta que Rocío lo resolvió, -es decir, que estamos
buscando respuestas que nos pueden surgir en el futuro, pero si esta
búsqueda no da frutos, de nada servirá que sepamos las respuestas
posteriores, ¿No es así?-
Madelaine
asintió con una mueca de cansancio, cansancio de esta búsqueda que
llevaba consumida toda su vida.
-Creo
entonces-, interrumpió Ángel, -que deberíamos centrarnos tan solo en
la línea principal de la investigación hasta desatascarla. Después
podremos volver a dispersarnos por Europa en busca de las pistas que
nos aporten respuestas-.
-Pensamos
que no es tan sencillo-, contestó Giovanni mirando a Madelaine que
le daba la razón asintiendo. -Algunos de los lugares en los que
pueden estar esas pistas están vigilados, como fue el caso de
Navarra con Rocío. Algunos de nuestros contrarios no quiere que
descubramos lo que ellos ya deben conocer. También ocurrió con
vosotros en Francia. Os siguieron, seguramente con el fin de saber
que es lo que conocíais antes de tomar ninguna determinación-.
-Por
ello es importante que sigáis con las diversas líneas. Llegará un
momento, que espero no sea muy lejano en el que las diversas líneas
lleguen a un mismo punto, entonces sabremos que estamos en el final-,
continuó Madelaine.
-Bien,
mi camino me lleva, si no nos hemos equivocado al valorar los datos
encontrados en Navarra y Guipúzcoa, hacia Cataluña. De todos modos
me gustaría cotejarlos con vosotros que sois los especialistas-, dijo
Rocío buscando la complicidad de Ángel en la revisión del material
fotográfico que había traído de su periplo por el Norte.
-Tened
en cuenta que la presencia de la orden en Cataluña es muy extensa, y
la imaginación de la gente para vender el sello de templario, lo es
aún más-, contestó Ángel. -Es posible que esa sea una pista muy
compleja. Pero ahora lo revisamos y comprobamos todo. De todos modos,
sería bueno que sepamos en que punto nos encontramos de la vía
principal. Creo que en eso Madelaine nos puede ilustrar, dijo
esperando respuesta de la francesa-.
Madelaine
esperó unos segundos a ver que Giovanni asentía antes de dar rienda
suelta a sus conocimientos.
-El
estado actual es que cerca del Hospital templario de Tomar, aquí al
lado, existió una encomienda templaria, una de las últimas en pasar
a otras ordenes tras el expolio papal. Hacia ella nos han conducido
diversos documentos que no habéis visto, y que seguramente, hasta
que esto termine, no veréis. Se trata de páginas de algunos códices
que, leídas con una clave, nos indican hacia donde dirigirnos. No
todos los códices tienen la misma clave, no todos los códices son
contemporáneos con la desaparición de la orden, de hecho, la
mayoría son posteriores. Algunos de lo monjes que los escribieron
eran iniciados y otros solo cumplían ordenes. Todos ellos tienen
algo en común, en la página en la que empieza nuestro mensaje, la
letra capital siempre está adornada con un Pantocrátor policromo y
la letra es plateada, a pesar de que la mayor parte del libro las
letras capitales sean doradas. En cada mensaje nos dice cual es el
siguiente a consultar, cual es la clave del siguiente y finaliza con
una frase adoptada por los marines americanos pero que proviene de
los pretorianos de Roma-.
-Semper
Fildelis-, contestó Ángel. -Con lo que volvemos todos a la
biblioteca. Pero hay algo que no me cuadra. Tú hablas de códices y
sin embargo estamos excavando en las afueras de un pueblo. Los
códices están en iglesias, catedrales y bibliotecas, no enterrados-.
-Es
más-, interrumpió Rocío,- si estuviera enterrado, a no ser que tenga
un sarcófago muy estanco y muy seco, es posible que no encontremos
nada-.
-Ese
es el indicio que nos ha puesto alerta, hasta ahora siempre nos
dirigía a otro libro. Desde hace cuarenta años he seguido esta
búsqueda que ya inició mi tatarabuelo y siempre eran libros. Algunos muy
complicados de hallar, en colecciones privadas. Alguno nos llevó más
de tres años encontrarlo. Pero en esta ocasión, por primera vez,
daba un lugar y no el libro a buscar. Antes que me lo preguntes
Ángel, el último libro fue un códice del Beato de Liébana que se
encuentra en la catedral del Burgo de Osma-.
-Gracias-,
contestó con cierta vergüenza Ángel.
-Por
ello tenemos a varios arqueólogos trabajando en esta excavación. Es
lo malo que tiene vuestra profesión, que lo hacéis por gusto, no
por dinero-, dijo mirando a Ángel que asintió con una mueca de
tristeza por la realidad que le acababan de pintar.
-Bien,
ahora que tenemos la información necesaria para coordinarnos,
podemos seguir?- Preguntó Giovanni mientras se levantaba dirigiéndose
a una mesa llena de papeles para valorar las siguientes líneas de
trabajo.