jueves, 22 de octubre de 2015

CAPITULO XXXII; Aclaremos la situación


 Ángel estaba despierto, otra vez, a las tantas de la madrugada. Abrió la puerta con mucho cuidado de no hacer ruido. Miriam dormía plácidamente sobre la cama, sin taparse más que la tripa. Volvió a salir hacia el despachito que tenía a pocos metros del dormitorio. La casa en la que estaban alojados era un viejo caserón portugués, cerca de Entrocamento Norte y a pocos kilómetros de Tomar, el pueblo objeto de sus investigaciones. La casa era propiedad, según le comentó Giovanni, de unos nuevos asociados en la operación. Al italiano no le había sentado nada bien que Miriam les acompañara. Pero no tenía marcha atrás. Ella ya había estado en Francia y en el rescate de San Sebastián. Ya sabía demasiado y, además, se le empezaba a notar el embarazo. Giovanni tragó con que ella formara parte de la expedición, a cambio que no estuviera pululando por toda la casa ni, por supuesto, por los escenarios que estaban investigando.

Ángel pensaba estudiar un rato más antes de acostarse. A la mañana siguiente, se reuniría con las personas que habían tenido los documentos examinados durante los últimos años, y no quería defraudarles. En el fondo una incertidumbre le corroía por dentro. Esa gente, por lo poco que él sabía, era de origen francés y de una familia poderosa de aquel país. Ángel no tenía mucha información, pero suponía que podría sonsacar algo de sus nombres, apellidos, apariencia, etc. Alguien que hubiera poseído esa documentación durante muchos años, tenía por fuerza que tener alguna conexión histórica con el origen de los documentos. Giovanni no quería darle más información, decía que por su propia seguridad. Pero él tenía la sensación que no se trataba más que de un truco del trilero italiano. Se trataba de un tipo frío y calculador que sabía como jugar con la información de modo que solo él conociera todos los parámetros. Ángel estaba seguro que el italiano había tenido formación militar, y desde luego, algo de formación mafiosa. Era un elemento al que resultaba imposible sacarle nada que él no quisiera darte. Te dejaba suponer todo lo que quisieras, pero solo te confirmaba lo que le daba la gana.
Es cierto, que cuando les recogieron en San Sebastián, tubo la impresión de que este tío tenía gente dispuesta a todo en todas partes. Las chicas con las que tubo contacto allí eran, seguro, gente armada y segura de cumplir las órdenes que les dieran. Por otro lado, desde que llegaron a Portugal, tenían continuamente al menos a cuatro o cinco personas de seguridad todo el día pegados a ellos.
En la visita del día anterior al hospital templario de Tomar y a la ciudad, estuvo vigilado en todo momento por dos hombres, al menos. Pero tenía la sensación de tener al italiano pegado al cogote todo el día. De hecho, cuando llegaron de vuelta, Giovanni le comentó que no era necesario que fuera él a una farmacia, que le pidieran lo que necesitasen a alguien de seguridad y se lo harían llegar. Le llamó la atención porque él había ido, no hacía más de media hora a una farmacia a por paracetamol para su dolor de cabeza por la falta de descanso. Cuando el italiano le hizo el comentario se quedo bloqueado. Como coño se ha enterado este tío de lo que acabo de hacer. Sintió que quería que supiera que le controlaba, y eso no le hizo ninguna gracia.
Se sentía muy cansado y la cabeza empezaba a fallarle. Estaba más pendiente de sus pensamientos que de los documentos que estaba leyendo sobre la encomienda de Tomar. Cerró el libro con un suspiro más de cansancio que de saturación, dejó las gafas encima del libro y frotándose los ojos, se fue a la habitación para acomodarse en la cama, como siempre abrazado a Miriam y sentirse, de nuevo, en casa, al abrigo de todos los problemas. Comprobó la hora que había puesto en el despertador, acarició la incipiente tripita de su mujer y se durmió.

Eran las nueve de la mañana cuando sonó el despertador. Ángel lo apagó sin ni tan siquiera haber abierto los ojos, de forma automática. Se volvió hacia Miriam, que estaba de cara a él, para darle un tierno beso en los labios sin que ella abriera los ojos. Miriam se estiró en la cama y con voz adormilada le preguntó, ¿Tienes que levantarte ya?
Sí, tengo una reunión en una hora y quiero estar espabilado. Ángel saltó prácticamente de la cama con rumbo al baño.
-Yo me voy a quedar un ratito en la cama, estoy muerta de sueño-.
Él se volvió hacia la cama para volver a besarla. En el fondo, no tenía ningún interés en separarse de ella en este momento, pero por otro lado, tenía la impresión de que su reunión de hoy podía ser crucial en la resolución por un lado, y un momento único en su vida por otro. Todo el tiempo que estuvo aseándose, no pudo quitarse de la cabeza las especulaciones sobre quienes serían sus interlocutores.
Tras coger un café y comiendo un “bolo” de arroz, se dirigió hacia la sala en la que trabajaba y donde mantendrían la reunión. Le sorprendió que Giovanni ya hubiera llegado. Miraba con aire distraído los libros y anotaciones que Ángel tenía esparcidas por la mesa. Con la boca casi llena de bollo, preguntó, -¿Has descubierto algo en este rato?-
El italiano se volvió un tanto sorprendido, no le había oído llegar. -No, yo dirijo, tú analizas. El latín no es mi fuerte, la historia, lo justito-.
Ángel asintió complacido. Apoyó la taza en uno de los pocos huecos que quedaban libres sobre la mesa. -Bueno tío, le espetó al italiano dándole un amable golpecito en el hombro, ¿Me vas a contar con quien voy a tener el gusto de reunirme?-
-No, pero te garantizo que no te va a dejar indiferente-.
-Al menos dime si es hombre o mujer y su nacionalidad-. preguntó Ángel tratando de atar algún cabo.
-Mujer y francesa, pero lleva viviendo mucho tiempo en España-.
Aha, contestó Ángel intentando que su respuesta animara a su interlocutor a seguir. Pero el italiano no era de los que caían en esos trucos. La situación provocó un incómodo silencio, al menos para Ángel.
-Pero no te preocupes, está viniendo para aquí en unos minutos-.
Ángel apuró el último trago de café y se puso las gafas abriendo un libro sobre las encomiendas templarias en Portugal. Giovanni se quedó pululando por su alrededor hasta que a los pocos minutos sonó la puerta al abrirse y entró Madelaine.
A ambos les sorprendió la frescura y juventud que aquella mujer transmitía, a pesar de no ser ninguna niña.
Giovanni salió a su encuentro dándole la mano. Madelaine vestía un vaquero muy ajustado con una camisa azul translucido que dejaba entre ver el encaje de su ropa interior, de forma totalmente deliberada.
-Ángel, te presento a Madelaine Beaujeu-, dijo el italiano sonriendo a la mujer que acababa de entrar iluminando la estancia.
-Enchante madame-, dijo Ángel besando la mano derecha que le extendía la señora en un gesto intermedio entre la forma de darla de los hombres y la feminidad de esperar un gesto cercano al beso en la mano. Madelaine agradeció el gesto con una agradable sonrisa y se sintió un tanto turbada por la tranquilidad con la que lo había ejecutado, en estos tiempos de tan poca educación, aquel joven. Unos pasos más atrás venía Rocío, radiante, con los ojos brillantes como luceros. Llevaba también ropa vaquera y cómoda, pero su rostro reflejaba una felicidad que no pasaba desapercibida a ninguno de los asistentes.
Giovanni, la presentó a los otros dos, que la besaron en la cara con la frialdad de la persona recién conocida. Madelaine la examinó de arriba a abajo en un rápido vistazo que la sevillana devolvió con el mismo gesto. La francesa pensó en la frescura de la juventud de la chica, y la sevillana en la elegancia y belleza de aquella mujer.
-Bien-, dijo Giovanni, -estamos todos los que tenemos implicación en las decisiones que aquí se van a tomar. Ángel es nuestro especialista en historia de la orden, Rocío una inestimable colaboradora que nos ha llevado hasta la documentación que has examinado-, dijo mirando hacia Ángel, que asentía mientras miraba al resto del grupo.- Madelaine ha sido la última custodia de la documentación que estudiaste. Al principio no estuvo de nuestra parte, pero esta casa es suya y, evidentemente, estamos ahora si, todos en el mismo barco-, dijo buscando la confirmación gestual de la mujer que asintió sonriendo con complacencia.
Ángel, no pudo dejar pasar el momento de preguntar. -¿Es usted heredera directa de los Beaujeu que reclaman para sí la herencia real del Temple?-
Madelaine se quedó un tanto sorprendida por lo directo de la pregunta. Los demás esperaban la respuesta con cierta preocupación por como le podía sentar la pregunta.- Si-, contesto, -soy de esa familia que tiene el derecho a la herencia de “la orden”-, contestó con cierta dureza.
Ángel, percibiendo la frialdad de la respuesta, replicó,- ahora estoy aún más encantado de conocerla señora. He sido uno de los mayores estudiosos sobre su familia y sobre su búsqueda. Conserva usted la belleza de varios de sus antepasados, de los que he podido ver retratos-.
Madelaine se relajó ante el aprecio demostrado por el joven, que debía ser, más o menos de la edad de su hijo.
-Ángel-, interrumpió Giovanni,- Rocío es la especialista que siguió la pista Navarra-.
Ángel sonrió,- bueno Rocío, la familia de esta mujer y, sobre todo, los que les legaron los papeles, se encargaron de embarullar esto para que no lo encontremos con facilidad-.
-Si, desde luego-, contestó la sevillana.
-Bien señora, señorita y caballero, cojan un café y pongamos en común lo que sabemos. El objetivo de esta reunión es asignar los diferentes trabajos de seguimiento de las pistas en base a los conocimientos de todos nosotros y, por otro lado, garantizar la seguridad de la operación y de todos nosotros. En esta parte soy yo el que más información tiene, y por ello vamos a comenzar. Sabemos que algunos miembros del Priorato de Sión están tratando de seguir nuestra pista para intentar que, o bien no lleguemos a descubrir lo que buscamos, o bien poder arrebatárnoslo al encontrarlo. El motivo no lo tengo especialmente claro, Madelaine seguro que nos puede aclarar mucho. Por otro lado, el grupo al que yo pertenezco, quiere hacer una explotación mediática de lo que encontremos. Estamos todos de acuerdo que eso lo evitaremos cuando tengamos algo. Ninguno de los aquí presentes quiere hurtarle a los estudiosos, dijo mirando hacia Ángel, ni a los creyentes, mirando hacia Madelaine, la información. Por otro lado, lo lógico es que la familia de Madelaine, es decir ella misma y su hijo, si ella así lo considera, tengan el privilegio de hacer público el hallazgo sin desligarlo del enorme trabajo de los demás-.
Giovanni paró unos segundos para comprobar que todos comprendían el planteamiento.
-Por otro lado-, prosiguió en su exposición,- tenemos un grupo nada claro y del que poco sabemos. Estaban asociados con Ricardo Carpintero, la ex pareja de Madelaine. Este elemento esta ya fuera de juego y cortadas todas sus conexiones, pero no sabemos hasta que punto pueden tener acceso a alguna información. ¿Es posible que tengas alguna información relevante sobre ellos Madelaine?-
La pregunta le llegó sorbiendo un pequeño trago de café. A Madelaine siempre le había encantado el café de los portugueses. Dejó la taza sobre una mesita auxiliar y, madurando la respuesta, mirando hacia un punto indeterminado, contestó.- No creo que tengan acceso a nada. En realidad si no hubiera sido por las filtraciones de mi hijo, nunca se hubieran acercado. Sin Ricardo, que era el que conocía algo más de la historia de la familia, creo que no tendrán nada que hacer. Mientras tengamos a mi hijo a buen recaudo, no tienen por donde agarrar la investigación. Por otra parte, son una parada de cabestros rumanos y servios, músculo descerebrado con dinero del tráfico de drogas-.
-Bien-, asintió Giovanni, -tendremos cuidado con la seguridad de tu hijo. Respecto al priorato...-dejó la frase inconclusa en el aire.
-El priorato es posible que, o este buscando lo mismo que nosotros, o esta tratando de evitar que lo encontremos. En el fondo, somos dos caras de la misma moneda. Lo que no creo que ellos quieran hacer es sacar lo que sea a la luz. El ocultismo practicado durante todos estos siglos, no es fácil que cambie de la noche a la mañana. Yo creo que son realmente peligrosos. También opino que no deberíamos descuidar la seguridad de todos los equipos-. Madelaine conocía muy bien a ese enemigo.
Todos escuchaban con atención. -Creo que es el momento de valorar la seguridad-, replicó Giovanni.- Contamos con al menos 40 personas entre hombres y mujeres para la seguridad de esta vivienda, el piso franco de Sevilla y las posibles misiones que saquemos de estos entornos. De ellos doce son tuyos, espero que de tu total confianza. También espero que ninguno sea “amigo” de tu hijo-.
-No, que yo sepa. Tan solo me produce cierta duda un tal Víctor Andrade. Está aquí, en Tomar. Es un portugués pequeñito y amanerado. Creo que ha tenido relaciones con mi hijo en algún momento, pero también creo que puede serme fiel a mí. Sería bueno practicar algo de contra vigilancia con él-, replicó Madelaine.
Tanto Rocío como Ángel asistían algo atónitos al cruce de palabras sobre seguridad. Giovanni se percató del resquemor que estaban creando en los otros dos. -Bien, si os parece me encargo de él y trato de que vigilen a los socios de Marbella de tu hijo, por si vemos movimientos-.
-Otro tema, solo podemos salir escoltados por, al menos dos miembros de seguridad, no quiero sustos. Si tenemos que desplazar un equipo a otra ciudad, lo estudiamos y preparamos. Nada de Indianas Jones. ¿Queda claro?- Dijo mirando a Ángel.
Este asintió. -Bien, ¿ya habéis terminado con la seguridad? ¿Podemos hablar del asunto que nos ocupa?-
Todos asintieron.
-Las pistas localizadas en Bayona no nos dirigen a Portugal, nos dirigen a Ponferrada. Uno de los escudos encontrados en el cementerio medieval que allí existió, y que ahora esta expuesto abiertamente en las paredes del claustro, se repite en un descendente en un escudo de los que existen en el castillo de Ponferrada. Nuestro problema sería fechar ese escudo y saber si, cuando los templarios de ese castillo pasaron a otras órdenes al ser considerados inocentes por el Rey Fernando IV, se llevaron consigo las pistas que estamos buscando-.
Madelaine contestó prácticamente al hilo de la última palabra de Ángel. -En realidad lo que estas buscando son las respuestas a varios enigmas que nos encontraremos en el tramo final de la búsqueda. Tanto tu como Rocío, buscáis información para solucionar enigmas, lo malo es que no sabemos cual será el enigma.
-La ubicación de lo que sea que estamos buscando, a día de hoy sería aquí, pero....- Madelaine dejó la respuesta abierta-
El final de la frase quedó en el aire, como esperando que alguno de los cuatro resolviera el enigma. El silencio se prolongó por unos segundos hasta que Rocío lo resolvió, -es decir, que estamos buscando respuestas que nos pueden surgir en el futuro, pero si esta búsqueda no da frutos, de nada servirá que sepamos las respuestas posteriores, ¿No es así?-
Madelaine asintió con una mueca de cansancio, cansancio de esta búsqueda que llevaba consumida toda su vida.
-Creo entonces-, interrumpió Ángel, -que deberíamos centrarnos tan solo en la línea principal de la investigación hasta desatascarla. Después podremos volver a dispersarnos por Europa en busca de las pistas que nos aporten respuestas-.
-Pensamos que no es tan sencillo-, contestó Giovanni mirando a Madelaine que le daba la razón asintiendo. -Algunos de los lugares en los que pueden estar esas pistas están vigilados, como fue el caso de Navarra con Rocío. Algunos de nuestros contrarios no quiere que descubramos lo que ellos ya deben conocer. También ocurrió con vosotros en Francia. Os siguieron, seguramente con el fin de saber que es lo que conocíais antes de tomar ninguna determinación-.
-Por ello es importante que sigáis con las diversas líneas. Llegará un momento, que espero no sea muy lejano en el que las diversas líneas lleguen a un mismo punto, entonces sabremos que estamos en el final-, continuó Madelaine.
-Bien, mi camino me lleva, si no nos hemos equivocado al valorar los datos encontrados en Navarra y Guipúzcoa, hacia Cataluña. De todos modos me gustaría cotejarlos con vosotros que sois los especialistas-, dijo Rocío buscando la complicidad de Ángel en la revisión del material fotográfico que había traído de su periplo por el Norte.
-Tened en cuenta que la presencia de la orden en Cataluña es muy extensa, y la imaginación de la gente para vender el sello de templario, lo es aún más-, contestó Ángel. -Es posible que esa sea una pista muy compleja. Pero ahora lo revisamos y comprobamos todo. De todos modos, sería bueno que sepamos en que punto nos encontramos de la vía principal. Creo que en eso Madelaine nos puede ilustrar, dijo esperando respuesta de la francesa-.
Madelaine esperó unos segundos a ver que Giovanni asentía antes de dar rienda suelta a sus conocimientos.
-El estado actual es que cerca del Hospital templario de Tomar, aquí al lado, existió una encomienda templaria, una de las últimas en pasar a otras ordenes tras el expolio papal. Hacia ella nos han conducido diversos documentos que no habéis visto, y que seguramente, hasta que esto termine, no veréis. Se trata de páginas de algunos códices que, leídas con una clave, nos indican hacia donde dirigirnos. No todos los códices tienen la misma clave, no todos los códices son contemporáneos con la desaparición de la orden, de hecho, la mayoría son posteriores. Algunos de lo monjes que los escribieron eran iniciados y otros solo cumplían ordenes. Todos ellos tienen algo en común, en la página en la que empieza nuestro mensaje, la letra capital siempre está adornada con un Pantocrátor policromo y la letra es plateada, a pesar de que la mayor parte del libro las letras capitales sean doradas. En cada mensaje nos dice cual es el siguiente a consultar, cual es la clave del siguiente y finaliza con una frase adoptada por los marines americanos pero que proviene de los pretorianos de Roma-.
-Semper Fildelis-, contestó Ángel. -Con lo que volvemos todos a la biblioteca. Pero hay algo que no me cuadra. Tú hablas de códices y sin embargo estamos excavando en las afueras de un pueblo. Los códices están en iglesias, catedrales y bibliotecas, no enterrados-.
-Es más-, interrumpió Rocío,- si estuviera enterrado, a no ser que tenga un sarcófago muy estanco y muy seco, es posible que no encontremos nada-.
-Ese es el indicio que nos ha puesto alerta, hasta ahora siempre nos dirigía a otro libro. Desde hace cuarenta años he seguido esta búsqueda que ya inició mi tatarabuelo y siempre eran libros. Algunos muy complicados de hallar, en colecciones privadas. Alguno nos llevó más de tres años encontrarlo. Pero en esta ocasión, por primera vez, daba un lugar y no el libro a buscar. Antes que me lo preguntes Ángel, el último libro fue un códice del Beato de Liébana que se encuentra en la catedral del Burgo de Osma-.
-Gracias-, contestó con cierta vergüenza Ángel.
-Por ello tenemos a varios arqueólogos trabajando en esta excavación. Es lo malo que tiene vuestra profesión, que lo hacéis por gusto, no por dinero-, dijo mirando a Ángel que asintió con una mueca de tristeza por la realidad que le acababan de pintar.
-Bien, ahora que tenemos la información necesaria para coordinarnos, podemos seguir?- Preguntó Giovanni mientras se levantaba dirigiéndose a una mesa llena de papeles para valorar las siguientes líneas de trabajo.