jueves, 20 de agosto de 2015

Capítulo XVII: El desplome.



Madelaine sentía todo su cuerpo dolorido. Le parecía que llevaba en aquella habitación toda la vida. Le costaba recordar algo bueno en su vida. Era como si las continuas torturas a las que la estaba sometiendo aquel animal, hubieran borrado cualquier recuerdo agradable. Desde hacía varios días se encomendaba a la oración continuamente para poder soportar. Hacía al menos unas horas que les habían dejado en paz, a ella atada a la cama y a su hijo, atado a una silla y con la boca cerrada. También hacía varios días que no se atrevía a mirar a su hijo a los ojos. Ella sabía que estaba haciendo lo correcto, pero no sabía como encajaría la mirada de su hijo. Le habían tenido allí, mirando obligado como violaban a su madre, como le hacían heridas en los pechos, en el vientre, en todas partes menos en la cara. El maldito bastardo que le estaba torturando, decía que en la cara no le interesaba dejar huellas. Ella gritaba de vez en cuando, entre sollozos, para que Jacques la escuchara, cuando intuía que este podía venirse abajo, ¡NO DIGAS NADA!! Por favor, hijo mío.
Pero le oía llorar en silencio, le escuchaba ahogadamente.
Pasaron unos minutos más y finalmente se decidió a intentar mirar a su hijo. Los dos tenían los ojos llenos de lágrimas, los dos sabían cual era el final de todo aquello.  Traición o tortura hasta la muerte.
Jacques negaba sin ni tan siquiera mirar a su madre. Se sentía sucio y estúpido, inútil y rabioso. Pero no podía hacer nada, no al menos por ahora.
-No te preocupes por mi hijo, harán lo que quieran con mi cuerpo, pero mi alma sigue su camino. Tengo claro que no me vencerán-.
Jacques asintió levantando levemente los ojos. Vio de soslayo el cuerpo desnudo y lacerado de su madre. En ese momento le pareció mucho más mayor. Era como si de pronto hubiera envejecido más de veinte años. Su madre tenía los ojos morados de llorar e intentaba taparse con la manta, como no queriendo mostrarse más en ese estado a los llorosos ojos de su hijo.
Jacques rompió a llorar con más intensidad. No solo no podía hacer nada, era que ni tan siquiera podía decirle a su madre lo que sentía.
-No les des la satisfacción de verte sufrir. Ese desgraciado que me está torturando, creo que a veces se piensa que disfruto con esto-.
Jacques seguía mirando al suelo, comiéndose su orgullo, sus penas, su sufrimiento.
Sonó la puerta y madre e hijo dieron un respingo casi al unísono. Cuando vieron entrar a Giovanni, se calmaron levemente, sabían que este no les infringiría más dolor, al menos físico.
-Buenas tardes, a ambos-. Hizo un gesto para que uno de sus guardaespaldas liberara la boca de Jacques. Tras este entró una de las chicas con material para curar las heridas de Madelaine.
-¿Les habéis dado de comer?- Preguntó al que estaba soltando a Jacques la boca.
-No, el croata nos dijo que el mandaba y que no se les diera nada. Este se ha meado encima varias veces-.
Giovanni miró a Jacques buscando respuesta a esto con cierto aire de culpabilidad.
-Suéltale del todo y llevarle a que se asee, no le perdáis de vista ni un segundo. Si intenta algo, dispararle en un pie, lo quiero vivo-.
El sicario asintió y empezó a cumplir las órdenes recibidas. Giovanni se volvió hacía su compañera que estaba tratando a Madelaine. Esta le miró con cara de que las heridas que estaba curando no tenían buena pinta. -Tiene alguna muy fea, y los desgarros vaginales y anales necesitarían algún punto-.
-Dispón del lo que necesites-. Giovanni salió de la habitación para ir al cuarto en el que descansaba exhausto el torturador. Cuando empujó la puerta vio a aquel armario tumbado boca abajo en la cama, desnudo de cintura para arriba. Cogió el arma que llevaba en la cintura y se la puso en la nuca.
El croata sintió el frío del cañón en su cuello y se despertó con brusquedad, pero sabía que no debía moverse.
-Eres un hijo de puta sádico-, le dijo sin subir mucho el tono de voz Giovanni en italiano. Sabía que era un idioma que el croata dominaba mejor que el español. -Te dije que les coaccionaras, que les torturases moralmente y algo físicamente, pero lo que has estado haciendo con esa mujer no tiene nombre. No se quien es tu padrino, pero te vas a ir de España inmediatamente. Vístete, recoge tus efectos personales y desaparece de mi vista antes de que me arrepienta y te pegue un tiro, cabrón-.
El croata sonrió de medio lado, se sabía protegido por alguien muy influyente. -No tienes ni puta idea de lo que estás haciendo-, contestó el croata mientras se levantaba de la cama sin mirar a Giovanni.
-Si vuelvo a verte, te mato-, contestó el italiano mientras salía por la puerta de la habitación y daba órdenes explicitas a dos de sus hombres de confianza en voz, lo suficientemente alta como para que el croata le escuchara.- Si intenta algo pegarle un tiro y quemar el cuerpo. Que no se cruce en mi camino mientras está aquí. Quitarle todos los instrumentos de tortura y si se pone bravo, a la mierda con él. Escoria como esta es lo que sobra en el mundo-.
Giovanni se encontraba mejor ahora. En el fondo nunca había querido que aquel tipo perteneciera a la operación, pero se lo habían impuesto. Ahora tendría que enfrentarse con sus jefes, pero tenía claro que la solución, sin lugar a dudas a estas alturas, no la tendrían con violencia.
Entró en la habitación de Jacques que estaba duchándose. Tenía a un hombre en la puerta del baño sin quitarle ojo y con el arma en la mano en posición de prevengan, por si era necesario utilizarla. Se sentó sobre la cama, mirando a su alrededor, buscando la inspiración para hablar con Jacques. No podía pedir perdón, aunque su alma lo necesitara, pero tenía que conseguir la confianza de este y de su madre para poder progresar.¿Pero como? Eso le preocupaba, como empezar la conversación.
Escuchó a través de la puerta las protestas del croata mientras abandonaba la casa, respiró con alivio, la bestia ya no volvería a hacer nada. En el fondo sabía que a quien tendría que pedir perdón era a Madelaine. No podía comprender como no había visto que aquel hijo de perra se le podía descontrolar. Cerraba los ojos y veía una y otra vez la imagen del cuerpo desnudo de Madelaine lleno de heridas y la cara de desesperación de la mujer. Ese no era el camino.
Cuando salió por la puerta del baño Jacques, que había cambiado de aspecto tras afeitarse y asearse, encontró al italiano recostado sobre su cama, pensativo, buscando algo en el techo de la habitación. Tan insistente era su mirada hacia el techo que Jacques miró hacia arriba, buscando el motivo de la distracción de Giovanni. Por un momento pensó en intentar escapar, pero ver a su custodio a menos de dos metros y apuntándole a la espalda, le hizo desistir antes de intentarlo siquiera.
-¿Qué quieres ahora?- Preguntó en italiano a Giovanni. -¿No crees qué ya nos habéis hecho daño suficiente?-
-No-, contestó lacónico el italiano. -Seguro que a tu madre si le han hecho mucho más daño del que merece, ¿pero tú? Tu solo tienes daños morales, y eso no nos parece justo-.
La cara de Jacques se puso blanca en menos de un segundo. Sentía alivio por su madre, pero pánico por el mismo. Nunca había tenido una alta capacidad de sacrificio, no al menos en el aspecto físico. Le producía pavor el dolor físico desde muy pequeño.
Giovanni descubrió en el rostro de Jacques el pánico sin paliativos. Esperó unos segundos de silencio que agudizaba el miedo en la cara de aquel hombre. Tenía que haber sabido esto antes, se habría ahorrado daños y problemas, como no lo había visto antes. Tras unos largos veinte segundos de espera, dio las órdenes para que le ataran boca abajo en la cama, desnudo y con las piernas separadas. Quería que Jacques temiera la violación y la tortura para ver si eso le hacía doblegarse.
Cuando todavía no habían terminado de atarle, sollozando, Jacques susurró,- no, por favor, no me hagáis daño, os diré lo que queráis, lo que puedo saber, la que tiene toda la información es mi madre, nunca se ha fiado de mí ni de mi seguridad-. Rompió a llorar desconsoladamente.
Giovanni volvió atrás en la habitación y le preguntó directamente, -¿Qué sabes?-
Ya se ocuparía de la madre, cuando pudiera hacerse fuerte y mirar a los ojos a aquella mujer de valor tremendo y mayor terquedad en sus posiciones.
-Cuéntame algo antes que me arrepienta y suelte a la bestia para que te sodomice y torture-.