Llevaban
un par de días interrogando a Ricardo, pero parecía no saber mucho
y haber comunicado aun menos. Ya sabían quien era su contacto en
Rumanía y Giovanni había puesto a gente de allí sobre la pista. Sus
jefes parecían bastante contentos con el avance de la investigación.
Pero cada vez mostraban menos escrúpulos en eliminar gente, lo cual
le hacía pensar que era posible que en algún momento también él
fuera prescindible. Su equipo más próximo era de su plena
confianza, pero no sabía lo que podía ocurrir si encontraban lo que
andaban buscando. Sus jefes eran gente de negocios y fervientes
católicos que querían sacar a la luz partes de la historia ocultas
por manos negras que escondieron algunas cosas en el pasado. Tras la
publicación de los libros de Dan Brown, Habían visto que era el
momento de dar el aldabonazo y rescatar algunas cosas. Pero no podían
hacerlo de forma limpia, de modo que contaron con especialistas si
reparar en gastos. Pero tendrían que borrar pistas para que no les
metieran a todos en la cárcel al terminar la búsqueda. La suya no
dejaba de ser una agrupación de católicos con dinero, pero de poca
entidad dentro de la iglesia, no eran ni el Opus Dei ni los Jesuitas.
Estaban a años luz de esas ordenes, aunque se creyeran con los
mismos derechos, la única manera de acercarse sería conseguir
rescatar determinadas reliquias más cercanas al mito que a la
realidad. Estas podían abrirles de par en par el corazón de la
iglesia en agradecimiento y, al mismo tiempo, colocar a la orden en
el mapa de las peregrinaciones.
Entró
en el pajar en el que tenían a Ricardo. Estaba sucio y con varias
marcas en la cara y los brazos. No se habían pasado mucho, no era
necesario. Ricardo había demostrado ser bastante cagón, lo cual
hacía ver de donde le venía a su hijo. Para un italiano esa
cobardía era imperdonable, pero para un ex militar, más aún.
Sus
hombres empezaban a estar cansados de preguntar una vez tras otra sin
obtener respuestas. Giovanni se quedo mirándole unos segundos.
Ricardo levantó la cabeza e imploró una vez más. -Por favor, no me
matéis, os daré lo que me pidáis, pero no me matéis-.
La
cara de sus hombres mostraba el hastío de escuchar lo mismo una y
otra vez.
-Terminar
con él y dejarle tirado en una cuneta de Sevilla, sellar le antes la
boca, pero esta vez hacerlo en vivo, para que sufra por todo lo que
ha puteado a los demás en su vida-. Terminó la frase y salió del
edificio rumbo a la casa principal. Solo quería abrazarse a Rocío
para olvidar todo esto durante un rato.
Cuando
llegó a su habitación Rocío salía de la ducha. A pesar de haber
pasado ya un día desde su llegada y haber dormido varias horas,
seguía teniendo aspecto de cansada. Giovanni temía que esto le
estuviera superando. Era como si ella no fuera capaz de comprender el
fin de todo aquello. Él había intentado explicárselo, al menos la
parte que podía ser explicable. Pero ella no comprendía algunas
cosas que estaba viendo a su alrededor, no comprendía aquellas
“desapariciones” y no terminaba de entender por que seguían
retenidas Madelaine y su hijo si ya tenían la información que
querían y estaban colaborando.
-Hola
cariño-, dijo Giovanni mientras besaba el cuello de la sevillana,
levantando con mimo el pelo mojado.
-Hola-,
contestó ella con un tono de voz bastante cansino.
-Hoy
nos moveremos a otro sitio-, continuó él. -Vamos a Portugal. Parece
que estamos bastante cerca de nuestro objetivo y del final de toda
esta historia-.¿Conoces
Fátima? Vamos a alojarnos bastante cerca de allí-.
-Si,
claro que lo conozco. Aunque creo que no es uno de mis lugares
favoritos de Portugal-, contestó ella.
-Normal,
parece un parque temático. Pero te garantizo que el lugar donde nos
vamos va a ser de tú interés-.
-Aha-,
contestó ella con bastante poco interés.
-En
cuanto esto se acabe, me gustaría que nos fuéramos a descansar una
temporada fuera del mundanal ruido-. Esta última frase había surtido
efecto, era como si Rocío quisiera romper con todo aquello.
Giovanni
se acercó al cajón de la mesilla y sacó un estuche pequeño,
negro.
Rocío
estaba pendiente de él, lo cual era un avance importante. Se acercó
a ella y se lo entregó, como si transportara todos sus sueños en
esa pequeña cajita. -Es para ti. Ha pertenecido a mi familia desde
hace más de cien años, y ahora me gustaría que lo tuvieras tú. No
creo que pueda querer a nadie de este modo. Me gustaría formar una
familia contigo, me da igual el formato, pero creo que quiero vivir
mi vida a tu lado, hacerte feliz y serlo contigo-. Las palabras de
Giovanni sonaban más cálidas y sinceras que nunca. No había
órdenes, solo emociones.
Rocío miró a sus ojos y vio las lágrimas asomando. Nunca le había visto tan desprotegido, era vulnerable, casi un niño desvalido. Ella cogió el estuche y lo abrió. Dentro había unos preciosos pendientes de oro blanco con docenas de diamantes formando una lágrima de varios centímetros de larga. Sintió como sus ojos también se llenaban de sentimientos. Los observó durante unos segundos antes de besarle profundamente. Abrazada a su cuello con los ojos ambos llenos del amor que se profesaban mutuamente, le dijo, -para ser italiano eres muy poco romántico, pero muy práctico. Para que pedírmelo en una cena con velas, en un sitio especial, cuando puedes pedírmelo estando desnuda, muy hábil, chaval, muy hábil. Por supuesto, pero tendremos que hacerlo a mi manera, sin boato, pero casados por la iglesia, sin alardes, pero quiero una boda de verdad y en Sevilla-.
Rocío miró a sus ojos y vio las lágrimas asomando. Nunca le había visto tan desprotegido, era vulnerable, casi un niño desvalido. Ella cogió el estuche y lo abrió. Dentro había unos preciosos pendientes de oro blanco con docenas de diamantes formando una lágrima de varios centímetros de larga. Sintió como sus ojos también se llenaban de sentimientos. Los observó durante unos segundos antes de besarle profundamente. Abrazada a su cuello con los ojos ambos llenos del amor que se profesaban mutuamente, le dijo, -para ser italiano eres muy poco romántico, pero muy práctico. Para que pedírmelo en una cena con velas, en un sitio especial, cuando puedes pedírmelo estando desnuda, muy hábil, chaval, muy hábil. Por supuesto, pero tendremos que hacerlo a mi manera, sin boato, pero casados por la iglesia, sin alardes, pero quiero una boda de verdad y en Sevilla-.
Giovanni
estaba feliz. Por primera vez en mucho tiempo se sentía bien con su
vida. -Como tú quieras, mi amor-, dijo justo antes de besarla y soltar
la toalla que envolvía el cuerpo cálido de Rocío.- Pero, ¿Podemos
empezar a celebrarlo ya?-
Ella
rio con fuerza, con soltura, como hacía meses que no se reía,
desde que empezaron a estar juntos, cuando él la cortejaba cada día
haciéndola sentirse tan especial. Volvía a sentir ese amor por su
chico y eso le encantaba.
-Eso
si, no habrá boda hasta que terminemos con esto-, puntualizó él.
-Pues
tendremos que acelerar para que se acabe pronto-, respondió ella.
-Amén-,
contestó él.
Madelaine estaba recostada en la cama, desnuda, observando a su amante portugués que se estaba vistiendo. Nuno siempre le había echo sentirse viva, joven. No sentía pudor de estar desnuda ante él, aunque podía ser su hijo por la edad. El amor que le profesaba su guarda espaldas era de las mejores cosas que le habían pasado en los últimos años de su vida. Se sentía satisfecha en lo sexual y fuerte en lo moral. -Hoy vamos a irnos a Entroncamento para seguir la búsqueda desde el punto donde la habíamos dejado. Creo que estamos muy cerca. Pero no me termino de fiar del italiano. Quiero tenerte cerca por si necesitamos escaparnos con lo que encontremos-. Nuno puso su dedo sobre los labios de Madelaine.
-No
hables tanto, pueden escucharte-.
-Seguro
que si, pero toda nuestra intimidad se resume a este cuarto. Cuando
salgamos ya no podremos hablar nada de esto, y tengo miedo-.
-¿Sabes
que han determinado para Ricardo?- Preguntó ella temiendo la dureza
de al respuesta.
-Lo
sabes igual que yo, lo han eliminado. Era una variable que teníamos
que retirar de la ecuación, contestó el portugués con frialdad-. No
le gustaba hablar de Ricardo, nunca le había gustado la forma de
tratar a la gente de aquel tipo. De facto, en varias ocasiones
había estado tentado de “terminarlo” personalmente, pero se
había contenido por miedo a perder el contacto con Madelaine.
-¿Pero
como lo han llevado a cabo?, ¿Ha sufrido?- Preguntó de nuevo Madelaine-.
-Espero
que sí-, contestó Nuno mientras acariciaba con delicadeza la pierna
de su amada.
Madelaine
sentía estremecer su cuerpo cada vez que aquel hombre estaba a su
lado. Hacía que se sintiera joven, intrépida, atractiva. Tenía la sentación que cada vez que estaba con él descumplía algún año, y
eso a su edad era muy placentero.
-Y
con mi hijo, ¿Te ha contado Giovanni qué piensa hacer?-
-No,
y no creo que le haga nada, por ahora. En el fondo sabe que puede ser
útil a futuro. El italiano es muy listo-.
Madelaine
asintió. Ella también pensaba lo mismo. El italiano parecía un
aliado fiel hoy, pero era lo suficientemente camaleónico como para
volverse contra ellos llegado el momento.
Se
levantó de la cama y se cubrió con un fino batín de seda rosa,
elegante, suave. -Deberíamos saber hasta donde nos tiene infiltrados
este tipo. No sé cuantos de los nuestros pueden estar trabajando con
ellos-, dijo mientras acariciaba la camisa que Nuno acababa de ponerse
con aire distraído. -Tú los conoces mejor que nadie. Los reclutaste
y los diriges habitualmente. Te respetan y a mi me temen, en algún
caso-.
-Te
diré algo-, contestó él mientras se anudaba la corbata, como si fuera a
tener una reunión importante, concentrado en cerrar bien el nudo. -Sinceramente, no creo que nos tengan muy intervenidos. Si hubiera
sido así, no les hubiera costado tanto llegar hasta vosotros. Pero
lo vamos a comprobar-.
Nuno
se quedó concentrado mirando el espejo, como buscando inspiración
en él. -Quizás podríamos mandar dos señales distintas, una por un
grupo y otra por otro, a ver si reacciona el italiano de algún modo.
Eso nos permitiría ver en donde estamos-.
Madelaine
asintió, -me parece buena idea. Voy a bañarme, nos vemos en un rato-,
dijo dejando caer la bata y besando en los labios a Nuno,- lo
necesito-.
El
portugués salio de la habitación encontrando en la puerta a una de
las mujeres de Giovanni, como apostada sin mucho celo en su trabajo.
Era una mujer atractiva, con el pelo largo y rizado, pero con una
frialdad en la mirada que hacía presagiar que no le temblaría el
pulso en eliminar los estorbos si fuera necesario. Saludo con un
simple cabeceo que ella contestó con un buenos días y una sonrisa
leve, fría. Bajó las escaleras y vio en el recibidor a gran parte
del equipo de Giovanni preparando la partida, todos los pertrechos,
las armas y sistemas de comunicación. Aquello parecía una operación
militar en el más amplio sentido de la expresión. Por un momento
pensó que acababa de volver al ejército y se sintió bien, siempre
había tenido espíritu militar.
Al
llegar abajo uno de los hombres le dijo, -vuestro coche será el
tercero, iréis con Margot. “El niño”ira en otro coche. Salimos
en dos horas. Avisa a tu jefa para tenerlo todo preparado-. Terminada
la parrafada de órdenes se dio la vuelta y siguió a lo suyo.
Nuno
se fue a la cocina a preparar un café para él y otro para Madelaine
antes de subir a comunicarle el plan de viaje. Sentía cierto
nerviosismo, casi infantil, por lo que iba a pasar. Sentía que
harían historia, y eso era excitante.