Colgó
el teléfono y cruzó los brazos mientras intentaba regular su
pulso. Las noticias y órdenes recibidas eran interesantes y duras.
Rocío no había encontrado nada reseñable, pero su séquito de
guardaespaldas habían interceptado a un sicario al que estaban
“haciendo hablar” unos especialistas traídos de Turquía por sus
jefes, que le habían ordenado no meterse en medio, no parecía que
les hubiera hecho mucha gracia la expulsión del croata, pero tampoco
le habían recriminado por ello. Ángel parecía haber encontrado
algo interesante, pero todavía estaba de vuelta y antes de poder
hablar con él cara a cara habría que comprobar que no le seguían
de ningún modo.
Lo
inquietante era la orden para el día de hoy, quitar de en medio a
Ricardo Carpintero, sin más. No querían que pudiera organizar nada
con sus socios de Marbella. Giovanni sabía que alguno de esos socios
le pasaba información a la estructura para la que trabajaba él,
pero desconocía hasta que punto estaban conectadas ambas líneas.
Por un momento pensó que, en el fondo, no tenía muy claro quien
estaba detrás de todas estas órdenes, de esa libertad para dar
dinero, torturar o matar. Muchas veces no tenía claro si estaba
haciendo lo correcto, no según sus jefes. Lo correcto para la mayor
gloria de Dios, o para el mejor conocimiento de algunos miembros
antiguos de la iglesia.
En el fondo deseaba que todo esto terminara y retirarse a su casa de Cerdeña con Rocío, si ella quería, a vivir plácidamente, disfrutar viajando y quien sabe, a lo mejor crear una familia con un par de hijos. Pero eliminar gente no le gustaba. Se aflojó un poco el nudo de su corbata negra, como siempre, y cogió un cigarrillo de la mesa que tenía delante. No era suyo el tabaco, pero no lo era nunca, era una forma de decirse a si mismo que lo estaba dejando. Encendió el cigarrillo y tuvo un extraño Dejà vu, esto le estaba pasando con excesiva frecuencia en los últimos meses. El sol estaba saliendo por el final del campo visual que tenía, él todavía no se había acostado, su jefe directo estaba en Estados Unidos en viaje de negocios y le había llamado a las doce de la noche hora española, por lo que se había pasado todas estas horas haciendo gestiones y preparando cosas. Rocío llegaría en unas horas, pensó mientras pasaba la mano por su cara percibiendo la barba que ya teñía su mentón de negro.
En el fondo deseaba que todo esto terminara y retirarse a su casa de Cerdeña con Rocío, si ella quería, a vivir plácidamente, disfrutar viajando y quien sabe, a lo mejor crear una familia con un par de hijos. Pero eliminar gente no le gustaba. Se aflojó un poco el nudo de su corbata negra, como siempre, y cogió un cigarrillo de la mesa que tenía delante. No era suyo el tabaco, pero no lo era nunca, era una forma de decirse a si mismo que lo estaba dejando. Encendió el cigarrillo y tuvo un extraño Dejà vu, esto le estaba pasando con excesiva frecuencia en los últimos meses. El sol estaba saliendo por el final del campo visual que tenía, él todavía no se había acostado, su jefe directo estaba en Estados Unidos en viaje de negocios y le había llamado a las doce de la noche hora española, por lo que se había pasado todas estas horas haciendo gestiones y preparando cosas. Rocío llegaría en unas horas, pensó mientras pasaba la mano por su cara percibiendo la barba que ya teñía su mentón de negro.
Todo
estaba listo para darle una bienvenida gloriosa a Ricardo en la finca
tras cogerle en Triana, el dispositivo era de casi veinte personas.
No se lo podían cargar en medio de la ciudad, pero esa noche, el
Carpintero dormiría con Satanás, seguro.
A
Madelaine no le diría nada hasta estar acabado. Otra cosa que tenía
que resolver es a Jacques. No podía soltarle, al menos en unas
semanas, pero le resultaba incómodo tenerle retenido, la madre
estaba colaborando, de echo podría decir que estaba dirigiendo de
nuevo la búsqueda. Pero Madelaine era una mujer que siempre había
tenido claro el objetivo. A pesar de ello Giovanni no la dejaba sola
ni a sol ni a sombra, nunca se sabe cuando una mujer puede utilizar
el rencor acumulado contra los que la torturaron. Pero el niño suelto podía ser un estorbo. Tampoco podía quitarlo de
en medio como al padre, eso podía provocar mal estar en Madelaine y
no era lo mejor en este momento.
Apagó
el cigarro y se quitó la ropa. Puso el despertador del móvil dos
horas después. Eso era todo lo que podía dormir. Después
comenzaría el baile.
Comprobó
que su arma estaba bajo la cama, al alcance de la mano, la puerta
cerrada y bajó la persiana. En este momento siempre extrañaba no
tener a Rocío para abrazarse a ella. Nunca se había sentido tan
bien con ninguna mujer con la que hubiera mantenido una relación,
pero Rocío era distinta. Tenía que hacer un esfuerzo y hacerle
sentir a ella todo lo que la quería, todo lo que sentía por ella.
Para ser italiano, no se le daba muy bien eso de hacer sentirse
querida a la mujer.
Pero
ahora solo podía pensar en descansar, descansar, aunque fueran dos
horas.