lunes, 20 de julio de 2015

Capítulo VIII: Se acerca el momento



 Eran las ocho de la mañana y Giovanni acababa de salir de la ducha. Se miró en el espejo y pasó sus manos por la cara, intentando discernir si lo correcto era afeitarse o no. Como buen italiano, cuidaba mucho su imagen. Era fundamental para él que su imagen proyectara lo que quería, que no siempre era la realidad. Decidió no afeitarse con el fin de parecer más duro, le haría falta. Secó su cuerpo con el mismo mimo que hubiera secado el de la mujer que aún yacía en la cama desnuda. 
-se acerca el momento

Al terminar de asearse, salió con la toalla atada a la cintura. Su dormitorio era enorme. Siempre había considerado que el baño y el dormitorio debían ser muy grandes, eran los espacios más íntimos, y por lo tanto, en los que tenía que sentirse más cómodo. Abrió las puertas del vestidor. El lado derecho era totalmente suyo. Lo cierto es que tenía casi más ropa él que su pareja y, desde luego, tenía más zapatos. Se sentía muy cómodo con aquel armario de proporciones descomunales. Eligió un traje negro sin ningún brillo, una camisa negra con rallas muy finas rojas y unos zapatos negros muy cómodos. Sacó todo ello del vestidor y lo posicionó sobre  su lado de la cama. 
Su pareja parecía empezar a despertar. La miró con ternura. Cada vez se sentía más enamorado de ella. Por otro lado, le daba miedo que eso pudiera hacerle algún daño. Empezaba a ser muy importante en su vida.
Ella abrió los ojos y le sonrió, acurrucándose en la almohada, como si realmente no quisiera despertar. Él devolvió el gesto y se agachó para besarle en la boca, con mucha ternura,- buongiorno-, le susurro al oído.
- Hola madrugador-, dijo bostezando mientras retiraba la colcha dejando su cuerpo desnudo estirándose y arqueándose sobre la cama.
-Cara mía, son más de las ocho de la mañana, creo que deberías levantarte-, contestó Giovanni, mientras miraba el cuerpo desnudo de Rocío.
-Dentro de dos horas he quedado con tú padre para terminar este tema. Por fin podremos cerrar el círculo-.
A Rocío le cambió la cara, se sentía responsable en gran medida de todo lo que iba a pasar. -Tener mucho cuidado, procura que no le pase nada-.
-A veces no te comprendo cariño, por un lado te preocupas por él y por otro no quieres verle de cerca, no lo comprendo-, dijo él mientras empezaba a vestirse.
-Deberías ser un poco menos pragmático, Giovanni. No creo que lo pueda explicar, es mi padre, y le quiero. Pero me ha hecho mucho daño y a mi madre más aún. Si, es raro, pero no quiero que le pase nada malo, al menos por mi culpa-, dijo Rocío mientras se sentaba en la cama.
-En todo caso, no sería por tu culpa. Él trajo la información, él la ha querido vender. Tu solo me lo has transmitido a mí, que es el mejor destino que podía tener esta información-. Miró la cara nerviosa de Rocío y decidió intentar tranquilizarla. -De todos modos, no le pondremos en peligro, solo necesitamos entrar con él en el banco para pasar los controles de metales, nadie le podrá relacionar y nadie le tendrá en la línea de fuego, si se produjera-. Mientras decía esto cogió un arma del cajón y se la colocó en una cartuchera a la espalda.
 La cara de Rocío mostraba bastante preocupación. -Procura cuidarte tú también-, le dijo a Giovanni mientras se abrazaba a él por la espalda, apretándole con fuerza, como si quisiera retenerle, como si un miedo atroz la atenazara. Giovanni se volvió y devolvió el abrazo, mientras la tapaba con la toalla que acababa de quitarse.
 -Te quiero, Rocío. No pienso quedarme en esta operaciónDeberías empezar a arreglarte.  Cuando volvamos del banco, tendremos que salir con urgencia de Sevilla. Acuérdate de coger los billetes de avión y de AVE, ya decidiremos por donde salir y si los necesitamos-. Giovanni ya tenía la cabeza en el operativo. 
 -No te preocupes-, contestó Rocío, incorporándose en el suelo y abrigándose con la toalla, -ya se perfectamente lo que tengo que hacer, lo hemos repasado un millón de veces-.
-Sobre todo…- dijo Giovanni dejando la frase abierta a la respuesta de Rocío.
-Sobre todo, si escucho disparos me voy y acudo al punto de reunión "dos" a las cuatro de la tarde-.
-Bien, bien-, afirmo Giovanni con la certeza de que sus órdenes habían sido entendidas.
Terminó de vestirse mientras Rocío entraba en la ducha. En el fondo no quería darle un beso antes de irse, era muy supersticioso antes de empezar algo tan arriesgado como esto. Si le decía adiós, era posible que algo saliera mal, y eso era lo último que deseaba.
-Hasta luego cariño-, le dijo desde la puerta del baño mientras Rocío estaba en la ducha y sin esperar respuesta, salió por la puerta de la habitación. 
 Al llegar a la planta inferior, su equipo estaba preparado. Eran ocho hombres y dos mujeres, todos vestidos con sobriedad, para pasar desapercibidos. Miró a su gente y, con serenidad pregunto al grupo, -¿Todos saben que es lo que tienen que hacer?- Todos afirmaron con gesto adusto, sabían el riesgo al que se enfrentaban. -Bien-, respondió Giovanni. -Al trabajo, repartiros en los dos coches y las motos. Todos a sus puestos. Nos vemos en dos horas en el primer punto de encuentro. Gracias a todos y mucha suerte, la vamos a necesitar-.
 La frase sonó dura, fría. Pero en el fondo era como se sentía Giovanni al decirlo. El operativo que habían montado, entrañaba riesgo. Pensó por un momento en cuantas veces habían puesto su vida en peligro frente a aquel grupo, demasiadas veces. Empezaba a resultarle cargante enfrentarse a las mismas personas en diferentes entornos una y otra vez. Con un poco de suerte, esta sería la última vez, con un poco de suerte.


1 comentario:

Unknown dijo...

Esto se pone bien