lunes, 10 de agosto de 2015

Capítulo XIV: Sufrimiento innecesario.


  Era tarde, más de las diez de la noche y hacía dos días que no conseguían nada de sus prisioneros.
 Giovanni entró en la habitación en la que estaba Madelaine. Esta se encontraba recostada sobre la cama vestida tan solo con una bata de raso que le habían entregado. Giovanni hizo un gesto a uno de los vigilantes de la puerta para que permaneciera atento a cualquier ruido y cerró la misma.
  -¿Vienes a violarme tú también?- Disparó Madelaine sin levantar la vista del punto indefinido donde la tenía.

  -No, no es ni mi estilo ni mi misión en la vida-, respondió Giovanni sin mucho estrés mientras se acercaba a la cama.
  Madelaine se sentó más erguida sobre la misma con cierta mueca de dolor que, sin duda era la secuela del principio de tortura que habían iniciado con ella.
   -Lo siento, de verdad-, comentó Giovanni.
  -La que lo siente-, dijo Madelaine señalándose hacia las posaderas, -soy yo-. Se arropó con la bata intentando tapar la desnudez que latía debajo sin mucho éxito. Giovanni pensó en lo atractiva que resultaba la mujer antes de mirarle a los ojos y ver en ellos el asco y odio que irradiaban.
  -Me gustaría no haber llegado tan lejos, pero es necesario-.
  -En el fondo te hubiera gustado llegar más lejos-, contestó Madelaine poniendo cara de viciosa con el fin evidente de provocar al italiano.
  -Te aseguro que no-, respondió Giovanni mientras desviaba su mirada para la otra esquina de la habitación como buscando inspiración con la que proseguir. -Pero lo que si me gustaría es que me comentaras algunas cosas-.
  -¿Te has traído al violador?- Preguntó Madelaine abriendo la bata y mostrando su sexo desnudo. -Porque sin presión no creo que pueda contestar, me empieza a gustar esto, no se si me entiendes-.
  -Vamos Madelaine, contestó el italiano, creo que no es necesario que sigas con esto-.
  -Pues yo creo que si. Libérame, te juro no denunciar la violación. Libera a Jacques y nos iremos a donde sea, pero dejarnos libres-.
  Giovanni suspiró como pensando, otra vez. -Sabes que eso no va a ser posible por ahora. No podemos arriesgarnos a que os adelantéis y tiremos todo este esfuerzo por la borda. Pero si podemos colaborar. Dinos lo que queremos saber, lo que habéis avanzado y podremos terminar con esto antes-.
  Madelaine se recostó en la cama. Subió las piernas y las abrió mostrándose a los ojos de Giovanni. -Estoy lista para otra ración de tortura, llama al monstruo ese y empecemos, pero esta vez no llames al cobarde de mi hijo, no tiene ni idea de lo que me estás preguntando-.
  Giovanni se levantó y se dirigió hacia la puerta, -será como tú quieras- dijo mientras golpeaba la puerta para que le abrieran. Madelaine miró de reojo al abrirse por si entraba el croata. Al cerrarse tras el italiano, suspiró con alivio y se tapó con la bata de nuevo. Se acurrucó con la almohada e incluso sollozó algo. En ese momento pensó si habría alguna cámara oculta en la habitación y empezó a escrutarla con la mirada en busca de algo sospechoso, pero si la había estaba muy bien guardada.
  Giovanni entró en la habitación de Jacques igual que en la de su madre unos minutos antes. Le había costado sobreponerse a la fuerza de aquella mujer. En el fondo la admiraba, pero no podía reconocerlo ni mostrar flaqueza alguna. Giovanni saludó con un gesto sin palabras a Jacques que estaba sentado en una silla, en silencio y que ni tan siquiera había levantado la vista.
  -Acabo de ver a tu madre, se encuentra bien-, le dijo Giovanni mientras se sentaba sobre la cama.
  Jacques asintió sin levantar los ojos del suelo.-¿Hasta cuando? Preguntó sin variar su posición-.
  -Hasta que lo encontremos, respondió con frialdad el italiano. De vosotros depende, entre otros-.
  -No necesitas catalogarlos, son auténticos-, le disparó Jacques mientras le clavaba una mirada cargada de odio.
  -Lo sé, solo lo comprobamos. No te preocupes, están en buenas manos. Pero ahora necesitamos lo que vosotros ya habéis descubierto-.
  Jacques puso todo su cuerpo en tensión, desde hacía unos días sabía que esa sería la siguiente información a sacar.
  -Sabemos que habéis mandado gente a Portugal, a vuestras posesiones en Torres Novas. Pero lo que no sabemos es si estáis buscando algo allí o si solo es una cortina de humo para encubrir a los buscadores enviados por tu padre a Creta, Túnez e Inglaterra-.
  A Jacques le sorprendió tanta franqueza, no podía ser que su padre hubiera sido tan rápido, no podía saber lo que pasaba, a pesar de haberle tenido informado de los movimientos.
  -¿Es necesario tenernos desnudos?, solo vestidos con estas “batitas”-, preguntó Jacques tratando de cambiar el rumbo de la conversación.
  Giovanni suspiró mirando al techo algo dañado de pintura. -Vamos Jacques, seamos serios. Es más seguro que así no os escapéis-.
   -Además es más cruel lo reconozco.- contestó Jacques.
  -También, pero nadie entra a verla, solo entran mujeres a atenderla-. Pero no te distraigas, necesito información.
  -No voy a deciros nada más, creo que ya puedo haber echo un daño irreparable a mi gente-.
  -Te garantizo que no sufrirá más daño nadie. Solo queremos recuperarlo y ponerlo a la vista de todo el mundo, ya está bien de ocultarlo-. Giovanni seguía intentando negociar.
  -¿Quien está revisando los documentos?- Volvió a desviar la conversación Jacques.
  -Un excelente profesional, pero no está aquí, para que no tengáis tentaciones. Dime algo que no sepa y le facilitaremos a tu madre ropa interior. Detendremos las visitas del croata-. Contestó Giovanni en tono un tanto confidencial, como si fuera una proposición que el contrario no pudiera rechazar.
  -Eres un mafioso cabrón, pero tu tranquilo, ya te llegará la venganza de los justos-.
  -Puede, pero no me provoques o le suelto el croata a tu madre y te dejo mirar hasta el final, jodido niño pijo-. Giovanni se acababa de levantar indignado por la respuesta de Jacques. Empezaba a estar harto de repetir las mismas preguntas sin respuesta. No le gustaba la brutalidad del croata, pero el tiempo corría en su contra y mientras su especialista estaba interpretando los textos y buscando respuestas, él se impacientaba y sus jefes también. Si lo que querían era violencia, tendrían violencia. -Dame algo o le van a dejar a tu madre el culo como una boca del metro de París, niñato. Y después empezara contigo y que mire ella! le gritó a Jacques.
  Este se levantó con la idea de propinarle un puñetazo al italiano, pero antes de que pudiera reaccionar, le habían dado cuatro o cinco golpes tres armarios que habían salido de la nada a su espalda.
 -Atarle de nuevo, pero esta vez que el croata termine lo que empiece-, ordenó casi a gritos al grupo.
  Jacques se resistía, pero antes de darse cuenta ya estaba atado a una silla.
  -Dejarla en paz, ¡hijos de puta!!- Gritó antes que le metieran en la boca una servilleta.
  -Si quieres decir algo lo vas a tener crudo, o te callas o te callamos, le dijo Giovanni. ¿Lo entiendes?-
  Jacques asintió mientras le quitaban la mordaza. -Te diré algo si nos dejáis marchar-.
  -Eso no va a ocurrir, Jacques, pero no quiero haceros daño, solo queremos encontrarlo-, contestó el italiano con bastante condescendencia. -Te lo voy a explicar de una vez por todas y estoy seguro que lo vas a entender-. Se acercó a no más de dos palmos de la nariz de Jacques. -Esto solo tiene una salida, que nos contéis lo que queramos, puede ser por lo civil, o por lo criminal, pero va a ser. Si no colaboráis, dejaremos a la bestia esa del croata que os torture y viole, primero a tu madre y después a ti. Te garantizo que lo hará, con mucho gusto lo hará. El final será el mismo, con dolor vuestro o sin él, nosotros encontraremos lo que buscamos. Vosotros iréis soltando la información, cada vez con más rapidez y con más dolor, pero el resultado será el mismo. La otra salida puede ser que, al croata, se le vaya la mano y alguno se quede en el camino, no es lo previsto, pero ya sabes como son estos tipos, no se puede controlar su “creatividad”-.
  Jacques sabía que lo que le decía Giovanni era cierto, pero no podía decir nada, era mucho lo que se jugaban y tenían la delantera. Bajó la vista esperando que le dejaran en paz pero no iba a ser así de fácil. Uno de los sicarios del italiano le volvió a agarrar por el pelo y tiró hacia atrás susurrándole al oído,- espero que te enterases bien-.
  Lo levantaron atado en la silla y le llevaron a la habitación de al lado donde su madre estaba atada con los ojos vendados en algo que parecía un potro de tortura. El croata estaba preparando sus “instrumentos”. Giovanni se apartó de la puerta y se dirigió hacia su dormitorio donde le esperaba Rocío. No quería presenciar de nuevo las bestialidades del croata. No le caía nada bien esa bestia. Se lo habían mandado desde Malta. Era un mulo salvaje con cara de sádico. Se veía que disfrutaba de las salvajadas que hacía, y eso a Giovanni no le gustaba nada. Él era un negociador, un militar experto en operaciones especiales. Se había formado con los Rangers ingleses donde había pasado 5 años de su juventud. Su padre era inglés y su madre alsaciana, aunque creció con unos tíos en Milán.  Aprendió varias cosas, a matar en Irak, a negociar con musulmanes para salir de situaciones extrañas, aprendió árabe y encontró su camino más cerca de Dios y más lejos de la armas. Pero cuando lo captaron para esta misión, empezó a temer que podía volver a estar cerca de la violencia de la que quería huir.
  Al entrar en la habitación encontró a Rocío sentada sobre la cama, con el pelo mojado de acabar de salir de la ducha. Estaba hablando por teléfono, al parecer con su hermana. Al poco colgó el teléfono y miró a Giovanni con los ojos llenos de lágrimas. -Mi padre ha muerto, Porque Giovanni, ¿Por qué?-
  -No se nada de esto. Le dejamos en la puerta de su pensión con su dinero y ya está-.
  -Lo sé, lo sé, le han encontrado en el Alfonso, drogado y alcoholizado. Había estado con varias prostitutas, dice el de recepcionista. Me ha llamado mi hermana. Están esperando el resultado de la autopsia, pero todo parece indicar que ha muerto de un infarto-.
  -Tengo que ir a Sevilla, cariño-.
  -Por supuesto Rocío-, contestó con cierta frialdad Giovanni. Daré orden de que te preparen un coche. Tómate el tiempo que necesites.
  -¿Tendréis cuidado con esa gente?- Preguntó Rocío torciendo la cabeza hacia el lado de la casa en el que sabía que estaban los presos.
  -No tengo intención de matarlos y controlaré a esa bestia para que no se pase de la raya-.
Giovanni se quedó mirando el cuerpo de Rocío desnuda cuando esta se fue hacia el armario para coger su ropa. No le gustaba la idea de tener a Rocío en Sevilla, pero comprendía el problema.
  Los días prometían ser muy largos, ahora más sin Rocío. Empezaban a torcerse las cosas.
Tomó su teléfono móvil y marcó un número reducido, de 4 dígitos. Al otro lado sonó la voz despistada de Ángel.
  -¿Como le va a nuestro experto?-, preguntó Giovanni casi sin esperar la primera palabra de su interlocutor.
  -Esto parece más fácil de lo que esperaba. Creo que sería bueno que vinieras y poder analizar lo que ya he visto-.
  -Mañana a las diez de la mañana estoy allí. Ardo de interés-.
  -Arde, arde-, contestó Ángel con cierta sorna,- ya me encargo yo de encontrar la puerta del cielo para vosotros-.
  -Ja, ja graciosillo, mañana vemos que ha encontrado-.
  -Hasta mañana, magíster-, respondió Ángel.
  -Hasta mañana, Frater-, respondió Giovanni. Empezaba a caerle bien este tipo, tenía gracia.

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